El gigantesco Tōdai-ji de Nara y su buda de bronce de 16 metros de altura son un motivo más que suficiente para darse un largo paseo por la antigua capital de Japón.
Si llegáis a Nara en el tren, desplazarse hasta el templo es muy sencillo, tanto que lo podréis hacer a pie y sin pedir casi indicaciones a los lugareños, pues está todo muy bien indicado.
Podéis pasear por casi todo el Tōdai-ji libremente, ya que la entrada es gratuita, excepto para visitar la enorme estancia donde se encuentra el gran Buda. El ticket para acceder a la sala Daibutsu-den es de 500 yenes (4,35 euros).
Una vez dentro, el templo es fabuloso, de una belleza y dimensiones colosales, no obstante, estamos hablando del edificio de madera más grande del mundo. Viendo sólo las puertas Nandai-mon, sus guardianes tallados en madera y la vista panorámica del Tōdai-ji os quedaréis con la boca abierta.
Lo más hermoso del Tōdai ji es la Daibutsu-den, que guarda uno de los mayores figuras de bronce que existen en el mundo. El Buda o Daibutsu mide unos 16 metros de alto, y fue fundido con 437 toneladas de bronce y 130 kilos de oro.
Aunque el Buda es de unas dimensiones titánicas, ya ha perdido la cabeza varias veces por culpa de los terremotos, fenómenos naturales y las numerosas guerras que han asolado el territorio japonés. La estatua que se puede contemplar actualmente fue forjada en el periodo Edo.
El ambiente que hay en la Daibutsu-den y en el templo, en general, es muy animado. Esto se debe en parte a una columna de madera con un agujero del tamaño del orificio de la nariz de la estatua. Dicen que el que pase a través de este agujero alcanzará la iluminación, por lo que niños y no tan niños no paran de intentarlo.
Otras zonas interesantes del Tōdai-ji que merecen la pena visitar son el patio principal y algunas tiendas muy interesantes repletas de souvenirs y cachivaches muy peculiares.
Merece la pena detenerse unos instantes ante una pequeña tienda donde se pueden comprar papeles artesanales y pinceles para practicar la caligrafía. Es una gozada ver como el maestro calígrafo desplaza el pincel con movimientos pausados pero firmes.
La visita a esta antigua capital bien merecen una parada. Tiene unas dimensiones perfectas para ver todo en un día y a cambio os llevaréis el recuerdo de contemplar el Tōdai-ji de Nara y su buda de bronce de 16 metros.
Imagen | Hannah Swithinbank e Isaac Bordas
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