En todos los países del mundo existe una localidad que acaba siendo objeto de burlas, chistes o chirigotas generalizas. En España, por ejemplo, esa localidad es Lepe. Pues en Suiza es Appenzell.
No sólo es uno de los lugares más retrasados a nivel político de todo el país, sino que, hasta 1989, las mujeres aún no podían votar. Y también es el sitio donde podéis comer una deliciosa fondue que en un tebeo de Astérix recomendaban zampársela a toda velocidad, con alcohol incluido.
Appenzell
Appenzell está a 780 metros sobre el nivel del mar, a los pies del macizo Säntis, el monte más alto de toda la cadena montañosa de los Prealpes appenzellenses. Desde la cima del Säntis, a 2502 metros, curisamente se pueden contemplar 6 países diferentes.
En Appenzell viven tanto a su bola que celebran el Año Nuevo el 14 de enero, porque todavía se rigen por el Calendario Juliano. También es un punto de encuentro de alpinistas y aficionados al senderismo.
El queso
A pesar de las burlas que este pueblo recibe por parte de los propios suizos, su gran hallazgo gastronómico es su queso, el Appenzeller (obvio).
Los distintos tipos de queso se diferencian entre sí por la clase de leche con que se elaboraron, y ésta, a su vez, depende del animal del que procede, de la raza, y también de la alimentación que recibió, el tipo de almacenamiento del queso, y un largo etcétera. El Appenzeller se elabora con leche de vaca, y posteriormente se le añaden un tipo de hierbas que se mantienen en secreto.
A continuación se sumerge en una solución de vino blanco o sidra. Así que el sabor resultante es fuerte y muy particular. Normalmente se comercializa en forma de rueda de entre 6 y 8 kilogramos de peso y un diámetro de 30-33 centímetros.
Pero si lo probáis, debéis tener esto en cuenta, tal y como explico en el libro Ciclistas de sofá:
La fondue de queso elaborada a base de Appenzeller también es muy famosa gracias al tebeo de Astérix en Helvetia. Constituida de 400 gramos de queso Emmental, 400 de Gruyére, 200 de Appenzeller, 1 diente de ajo, medio litro de vino blanco seco, 1 cucharada de zumo de limón, 1 cucharada sopera de maizena, 1 vaso de vino de licor de cerezas, pimienta negra y nuez moscada, debe comerse tal y como lo hacía Obélix. Es decir, engullendo el cazo entero de fondue y, a continuación, bebiendo alcohol. Todo ello a gran velocidad, insisto. De esta manera, los autores de Astérix, Uderzo y Goscinny, pretendían ironizar acerca de la parsimonia con la que el pueblo suizo acometía una fondue: lo que había hecho Obélix le llevaría horas a un suizo, que mientras come lento y candencioso, no dejar de hablar (también lento y cadencioso) con los demás comensales.
Pues eso. Obélix style.
Imágenes | Pixabay