¿Por qué todos los emigrados españoles echan tanto de menos el jamón serrano?

Es que no falla, entrevistan a uno emigrado español que se ha ido a buscar trabajo o un futuro más próspero en la Conchinchina, y al preguntarle qué es lo que más echa de menos de España suele responder que "el jamón serrano".

Pero hay una buena razón para que esa respuesta aflore con tanta facilidad. Y es que los recuerdos infantiles de la comida son muy poderosos, y vinculamos la nostalgia de nuestro lugar de origen, también, con sus sabores características. Además, esta dinámica psicológica tiene lugar en todos los países. Por ejemplo, en Grecia, al emigrar echan de menos el queso feta.

Viajes gastronómicos

Una de las razones más importantes para viajar es probar la gastronomía local del lugar al que vamos. Sin embargo, hay personas que por ahí no pasan: prefieren antes quitarse el hambre en alguna franquicia internacional de comida rápida antes de hincarle el diente al producto local.

No todos somos así, pero sí que lo empezamos de forma más generalizada si estamos lejos de casa durante mucho tiempo. Por ejemplo, en lo viajes muy largos. Como dijo el italoestadounidense John F. Carafoli: "La gente empieza a preocuparse por la comida y la memoria cuando se dan cuenta de que puede que la comida que les gusta no está siempre a mano".

Pero ¿por qué ocurre esto? En realidad, si obtenemos los ingredientes necesarios para conocinar aquel plato de pasta que nos recuerda al hogar, finalmente, parece que todavía nos hace falta algo más. Entonces descubrimos que lo que echamos de menos es el hogar en sí mismo, o la familia que cocinaba ese plato de pasta.

Por esa razón, las personas que llegaban a Estados Unidos procedentes de otros países sentían la imperiosa necesidad de comprar arroz arborio y tomates pera, o garam masala y lima en vinagre, dependiendo del caso. Pero todos ellos, indefectiblemente, continuaban añorando el hogar: aquellos ingredientes solo funcionaban para mitigar un poco la nostalgia.

De hecho, la comida casera, la del hogar, es tan propia que no importa que sea perfectamente clonable, como explica Bee Wilson en su libro El primer bocado:

Uno descubre que algunas casas huelen a cebolla quemada y algunas a especias, mientras otras, desconcertantemente, no huelen a nada. Incluso si se sirve el mismo repertorio de platos, en realidad nunca son idénticos a los que uno conoce.

Por eso viajamos, también, con las papilas gustativas, y éstas, íntimamente conectadas a nuestra memoria, son las que nos hacen añorar la casa. Incluso en el caso de que podamos adquirir cien gramos de jamón serrano en el supermercado de la esquina.

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