Comer no solo sirve para alimentarse: sirve, también, para socializar, para posicionarse políticamente, para definir la cultura, para establecer pactos religiosos y un largo etcétera.
A continuación, vamos a conocer algunos de los más singulares de estos últimos: los alimentos sagrados o que lastran alguna clase de tabú.
Alimentos tabú
El ajo está prohibido en el budismo chino, porque se considera que los sabores fuertes alimentan los peores sentimientos. Lo que está claro es que desincentiva un beso en los labios.
El pescado es impuro para muchos clanes somalíes. La lechuga lo es para los miembros del yazidismo, una religión kurda. La mayoría de los judíos considera que todos los bichos voladores son impuros.
Los hare krishna no comen hongos o setas, ni nada que crezca sobre materia en descomposición. Entre los mormone está prohibido el té y el café, pero no las bebidas de cola. La cebolla no está bien vista en el hinduismo. Y el Islam prohíbe comer animales con colmillos, como es el caso de los elefantes.
El caso más conocido, pero no por ello menos chocante, es el de la India, donde sus habitantes son capaces de morir de hambre antes que hincarle el diente a una vaca. Como abunda en ello Marvin Harris en su libro Vacas, cerdos, guerras y brujas:
Los funcionarios del gobierno mantienen asilos para vacas en los que los propietarios pueden alojar sus animales secos y decrépitos sin gasto alguno. En Madras, la policía reúne el ganado extraviado que está enfermo y lo cuida hasta que recupera la salud, permitiéndole pastar en pequeños campos adyacentes a la estación de ferrocarril. Los agricultores consideran a sus vacas como miembros de la familia, las adornan con guirnaldas y borlas, rezan por ellas cuando se ponen enfermas y llaman a sus vecinos y a un sacerdote para celebrar el nacimiento de un nuevo becerro.
Alimentos sagrados
En el judaísmo se come jalá, un pan de trenza que simboliza el maná que cayó del cielo y alimentó a los israelitas en su viaje de Egipto a la Tierra Prometida.
Para los hindús, el coco recuerda a una cabeza humana, de modo que las abrían para simbolizar la ruptura del ego y ofrecérselo a Brahma. Entre los aztecas, el alimento sagrado era el cacao, que incluso se llegaba a beber mezclado con sangre como parte de las ceremonias de sacrificio.