Una de las cosas que uno piensa cuando viaja a París es que se va a dejar un riñón cuando se siente a comer. Y no siempre tiene que ser así. En París hay opciones para todos los bolsillos.
Y hay una especialmente recomendable, porque en el número 7 de la rue du Faubourg Montmartre, en los grandes bulevares de la ciudad y muy cerca de la Ópera Garnier y las Galerías La Fayette, se encuentra el Bouillon Chartier, un restaurante tradicional, muy económico, que debes visitar.
El restaurante es enorme, caben unas 350 personas, y siempre está a tope, pero por su forma de trabajar seguro encontrarán una mesa para ti. Entre otras cosas porque allí no hay problema en compartir mesa con extraños. De hecho, es probable que con ellos tengas que compartir sal y hasta la botella de agua.
Imagina una mesa de cuatro personas y ocupada sólo por dos. En cualquier restaurante dejarían esos huecos libres, pero aquí no, aquí te sientan en esos dos sitios libres. Y eso hace que, además de comer, lo mismo hasta puedas entablar una amable conversación.
En mi caso, coincidí con una pareja de amigas parisinas de mediana edad que no dudaron en contarme anécdotas de la ciudad y darme algún consejo de visita. ¡Encantadoras!
Y no te extrañe si comes mirando a todos lados, porque el sitio es precioso. Mantiene la decoración original de 1896 (¡Más de 100 años de historia!) y ha sido declarado como sitio de interés dentro de los Monumentos Históricos.
El ajetreo del restaurante es constante, y los platos, todos caseros, no paran de salir. Uno no se imagina cómo los camareros, que por cierto visten como lo hacían tradicionalmente, se acuerdan de todo. Verás que ellos no apuntan en una libreta, lo hacen en tu mesa, sobre el mantel de papel. Y así todo está claro.
Este restaurante responde al concepto Bouillon, un tipo de restaurantes inventados en 1.860 por un carnicero y pensados para ofrecer comida caliente y económica a los obreros del mercado.
En la carta encontrarás entrantes desde 1.80 a 6.80 euros y platos principales entre 8.50 y 13.50 euros. ¿Los postres? Algo que suele ser lo más caro de un restaurante, aquí nunca superan los 4 euros.
Todo esto en París, en un restaurante tradicional e histórico, con un servicio rápido y un estupendo sabor casero.
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Imagen | Roberto Cacho
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