El Canigó, la montaña mágica donde encontrar un dragón de hierro

Quienes aspiren a huir del mundanal ruido, de las terrazas, de las playas atestadas y de la chiquillería ruidosa como una asamblea sindical… el macizo del Canigó es el lugar idóneo para ello. Además, las playas quedan a pocos kilómetros, para los que no puedan tolerar un día sin chapuzón (desde la misma playa, de hecho, puede avirozarse el imponente macizo). El Canigó se encuentra entre el Pirineo francés y el catalán.

El Canigó es el símbolo de las tierras catalanas, y durante mucho tiempo se creyó la montaña más alta del Pirineo, con sus 2,784 m. (el Aneto es en realidad el pico más elevado de los Pirineos, con una altitud de 3.404). También es la montaña mágica por excelencia. Poblada por hadas, espíritus y otros seres míticos. Todos ellos exorcizados por una gran cruz de metal que se levanta justo en la cima, instalada allí por monjes. Sí, metal, porque el Canigó también guarda en sus entrañas minas de hierro, un hierro que tarda mucho más en oxidarse debido a su particularidad química.

Tuve la oportunidad de recorrer esta región francesa hace apenas unas semanas, por cortesía de la Agence de Developpement Touristique des Pyrénées-Orientales, que tuvo a bien subirnos en autocar desde Perpignan hasta el Refugio de Batére, a 1460 m de altitud. Lo que ofrece unas vistas impresionantes de la Albera y los Pirineos españoles.

Para alojarse durante la exploración del Canigó hay diversos refugios: Cortalets, Batère, Mariailles, Les Conques y Sant Guillem. Nosotros lo hicimos en el Refugio de Batére, donde cenamos una deliciosa fondue para recuperar fuerzas y entrar en calor. El refugio también cuenta con un baño de agua caliente en el jardín, al estilo noruego, que resulta un momento idóneo para relajarse y contemplar el manto de estrellas titilantes que cubre el cielo.

Para los menos preparados físicamente, el refugio también cuenta con servicio de alquiler de bicicletas eléctricas para explorar la zona y ascender unos cuantos de metros más. También existe la posibilidad de recorrer una vía verde que une diversas minas de hierro, un sendero que ofrece panoramas excepcionales y diversos vestigios patrimoniales e industriales. Lo que también nos permitió descubrir algunos secretos de este macizo.

Noche de San Juan

La Llama del Canigó es una tradición pagana vinculada al solsticio de verano. Cada año, entre el 22 y el 23 de junio, se enciende una hoguera en la cima del Canigó. Y después la llama es transportada por voluntarios, repartiéndose por muchos pueblos, sirviendo para encender otras hogueras. Esta tradición es relativamente reciente, porque la inició Frances Pujades en 1955, inspirado por el poema épico de Jacint Verdaguer titulado Canigó (1886).

Dragón de hierro

Cuenta la fábula que el rey de Aragón Pedro III el grande decidió organizar una excursión a la cima del monte Canigó en el año 1262. Llegado el rey a la cima, descubrió sorprendido un lago de aguas oscuras que servía de corona al elevado monte. Lanzadas apenas seis o siete piedras, el agua comenzó a removerse, apareciendo violentamente en la superficie, nadando desde el fondo, un enorme dragón que, tras arrojarle una bocanada de su ardiente aliento, arrancó el vuelo en dirección al norte, hacia el reino de Francia, al más puro estilo Juego de tronos.

Solo es una leyenda, pero sabemos que el viaje se produjo realmente. Así que recientemente se ha aprobado la construcción de un dragón de hierro en las proximidades de ese lago para recordarnos lo que quizá pasó allí algún día.

El pico de Pomarola

Fotografía de Olivier Larrey y Thomas Roger

Aquí, a 2456m, la temperatura puede bajar a -25 grados. Regularmente se observa un fenómeno curioso, y es que la nieve está cargada de arena del desierto del Sahara, como si se mezclara lo más frío con lo más caliente. Entonces la nieve emite unos reflejos amarillos muy característicos. Como si estuviéramos es una especie de Sahara congelado.

Varios expertos han monitorizado la forma en la que, año tras año, 22.000 toneladas de polvo del Sáhara cargado de nutrientes viaja 2.500 kilómetros a través del aire hasta la selva del Amazonas (donde hace las veces de fertilizante natural), pero en esta región los vientos propician que arena llegue en mayor proporción y se mezcle con la nieve.

Fotos | Sergio Parra

Nota: Este destino lo he visitado gracias a una invitación personal de la Agence de Developpement Touristique des Pyrénées-Orientales. Dicha invitación no compromete mi opinión sobre el destino.

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