Durante la Segunda Guerra Mundial, uno de los momentos más recreados en el cine ha sido el Desembarco de Normandía. En esos días de 1944, cayeron en la isla de Cézembre casi 20.000 bombas.
La isla, llena de historia, había permanecido clausurada para el público, pero esta primavera abre por fin sus puertas (eso sí, no nos podremos salir del circuito marcado).
Un viaje con historia (y bombas)
Le tengo especial cariño a Saint-Malo, una comuna de Francia situada en la región de Bretaña, en el departamento de Ille y Vilaine, pues fue para mí el puerto de salida en ferry para conocer alguna de las islas del Canal de la Mancha, como la isla feudal del millón de estrellas.
Ahora hay un nuevo motivo para regresar. Porque de aquí parten los ferrys que te transportarán hasta la isla de Cézembre, a apenas unos kilómetros de la costa.
Con solo 700 metros de longitud, la isla tiene como principal reclamo las heridas de las miles de bombas que se precipitaron aquí, así como lo restos de la guerra, como la fortificación que los alemanes levantaron allí para proteger la bahía de Saint Malo.
Así pues, entre colonias de mérgulos atlánticos, urias, gavilanes nórdicos y cormoranes, entre otras especies, que llevan aquí casi un siglo sin ver al ser humano, podremos ver los restos también de cañones alemanes.
Porque también podréis contemplar aves en vuestro viaje: Cézembre continúa siendo propiedad del Estado francés, administrada por la Marina británica, y el ministerio de defensa ha decidido explotar aquí el ecoturismo.
La isla está deshabitada, tiene una superficie de aproximadamente 18 hectáreas (44 acres), una longitud de 750 metros, y un ancho de 250 metros. Como resultado de este intenso bombardeo aliado, actualmente el paisaje de Cézembre es estéril y con poca vegetación. La isla todavía no está totalmente libre de bombas, y por esta razón la mayor parte (exceptuando la playa) constituye una zona prohibida al público.