Las diferencias entre estaciones en el norte de Europa son asombrosas. Mientras que a finales de junio se viven las llamadas noches blancas, donde literalmente no se hace de noche, en los largos inviernos los protagonistas son la oscuridad y la nieve. Eso es lo que pasa en Tallinn (Estonia), una ciudad que la mayoría de turistas conocen en verano (coincidiendo con los cruceros) pero que tiene un encanto especial en invierno.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de pasar de nuevo unos días por allí. Precisamente, se batió el récord histórico de nieve acumulada en la ciudad desde que hay registros, así que os podéis imaginar que la situación era muy distinta a los soleados e interminables días de junio.
Pasear por los adoquines de la ciudad vieja de Tallinn con las calles cubiertas de nieve y hielo es peligroso y le puede costar algún susto a quien no esté acostumbrado a manejarse en un terreno tan resbaladizo. Sin embargo, las postales que ofrece la ciudad son idílicas.
Seguramente el lugar más 'navideño' sea el mercado de Navidad de la plaza del Ayuntamiento, que permanece abierto cada año hasta el 7 de enero. Pero en general, las callejuelas del centro, con su arquitectura típicamente medieval, ofrecen una estampa acorde con esta época del año.
Más allá del centro de la ciudad, existen numerosos lugares para tomar unas buenas fotografías invernales, como son el parque de Kadriorg o la zona de Nõmme, en las proximidades del Castillo de Glehn (en la imagen de abajo). Como pasa siempre, tener un par de días para visitar la ciudad es esencial si queremos conocer algo más que los dos o tres lugares más típicos de los viajes organizados.
La gran ventaja de las enormes diferencias estacionales que existen en estas latitudes europeas es precisamente que podemos visitar dos ciudades distintas dependiendo de la época del año en que vayamos. No sólo son diferentes paisajes, sino que las actividades de las que podemos disfrutar también son muy variadas. De los mercados de navidad a las ferias medievales, de las acogedoras cafeterías a las refrescantes terrazas, del esquí a los baños en el mar... las razones para disfrutar los países nórdicos se duplican. Por cierto, si me preguntáis algo imprescindible que haya que hacer en Estonia en invierno, la tradición nacional es salir de la sauna lo más caliente posible y saltar sobre la nieve lo más fría posible. Prometo que no duele.
Imágenes | Ignacio Munguía En Diario del Viajero | Escapada urbana: Tallinn en menos de un día