Amberes o Antwerpen que es su nombre original en la lengua flamenca, fue en el Renacimiento uno de los mayores puertos de Europa y parte de ese esplendor ha quedado plasmado en figuras e inscripciones de oro en sus fachadas que además muchas veces tienen motivos pesqueros o inclusive la fachada representa un barco de los muchos que cruzaron (y cruzan) sus mares.
Si visitas Bélgica le debes una visita, sus calles históricas de bellos edificios con fastuosa decoración, su magnífica catedral, la bella estación de trenes y la plaza Grote Markt merecen ser vistas.En la plaza además está la estatua que da nombre a la ciudad, representa la figura de un centurión romano que arroja una mano (Antwerpen literalmente significa "arrojar la mano"), que dice la leyenda local pertenecía (la mano) a un gigante que cobraba peajes en el puerto de Amberes. Si es cierto el gigantón debió sacarse una buena tajada.
No puedo dejar de mencionar el negocio de los diamantes en Amberes, cerca de la estación hay muchísimos negocios de joyería que pertenecen normalmente a judíos. Amberes aún hoy día es parte importante en la distribución, venta y trabajo de los diamantes. No es extraño por ello que se aprecie cierto esnobismo en determinadas calles comerciales, con tiendas de marcas muy conocidas y elitistas que son frecuentes en esta pequeña ciudad. Dinero llama dinero.
El clima lamentablemente es húmedo y gris, y al igual que en toda Bélgica la única solución para levantar el ánimo pasan por la cerveza y los gofres.Aún así recomiendo su visita, Amberes es un diamante por pulir que comprime mucha historia en sus 156 km2
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