Junto a todas sus tradiciones y monumentos históricos, una de las mayores atracciones de Lisboa tiene poco más de una década de antigüedad. El Puente Vasco da Gama fue inaugurado en 1998, en el quinto centenario del viaje a las Indias del gran marino portugués que le da nombre.
Su longitud total es de 17,3 kilómetros, por tanto es el más largo de Europa y uno de los más largos del mundo. De este recorrido, 10 transcurren sobre el llamado Mar de la Paja (en la desembocadura del Tajo) y el resto está formado por viaductos que salvan áreas de gran importancia ecológica en sus riberas.
Se trata del gran orgullo de la ingeniería civil portuguesa. Se construyó en cuatro partes diferenciadas y está preparado (al menos, sobre los planos) para resistir un terremoto hasta cuatro veces más intenso que el que asoló la ciudad en 1755.
Su impresionante estructura se puede observar perfectamente desde un avión mientras se aproxima al aeropuerto. Paradójicamente, sus 155 metros de altura lo convierten en una de las construcciones más altas de Portugal.
Las obras tuvieron una duración de tan solo 18 meses (una gran hazaña para una obra de este calibre). Se abrió al tráfico justo a tiempo para la Exposición Internacional de 1998. Precisamente uno de los viaductos sobrevuela la zona donde se celebró este evento.
Sobre el puente circula una autopista de seis carriles (no, no se pueden recorrer a pie sus 17 kilómetros). El coste del peaje es algo superior a dos euros... siempre que vayamos en dirección norte (hacia Lisboa). Saliendo de la ciudad hacia el sur, el trayecto es gratis (aunque el puente acaba desembocando en otra autopista de peaje).
Imagen | Rolhas En Diario del Viajero | Un puente al cielo En Diario del Viajero | Lisboa, análisis y novedades