A primera hora no ha comenzado el trasiego del puerto, pero poco a poco las barcas empiezan a salir a mar abierto, las terrazas y el mercado comienzan a montarse, Marsaxlokk despierta. Pronto, un radiante día nos dejará apreciar en toda su luminosidad la estampa del pueblo de pescadores más colorido de Malta, Marsaxlokk.
El nombre de esta villa marinera proviene de la unión de dos palabras maltesas: 'marsa' (puerto) y 'xlokk' (sureste), que hace referencia al viento siroco que frecuentemente azota esta zona de la isla. Por su situación estratégica en el Mediterráneo, fue uno de los primeros asentamientos de la isla y hoy con apenas tres mil habitantes conserva su espíritu autóctono y auténtico.
Estamos en la costa suroriental, el lugar de la isla donde se pueden ver en todo su esplendor los coloridos barcos típicos de Malta, los luzzus y djhajsas, unas barcas tradicionales pintadas de colores vivos, de origen fenicio (civilización que se estableció aquí en el siglo IX a. C.), en cuyas proas aparece vigilante el ojo de Osiris, un talismán ancestral de protección contra el mal.
Los luzzus y djhajsas son muy similares, con sus franjas y adornos en amarillos, azules, rojos, naranjas y verdes, aunque la segunda embarcación es de dimensiones más reducidas. La vela dio paso al motor con la llegada de tiempos modernos, y el secreto de la supervivencia de estas barcas milenarias es su estabilidad y resistencia.
Paseando junto al puerto de Marsaxlokk, es fácil ver a los pescadores arreglando redes o preparando sus barcas, algunos llegan de pesca, otros se ofrecen para turistas. Sea como sea, nos hipnotizan los colores de esta villa marinera, como lo hacen sus sabores: no podemos dejar de probar un plato de pescado en uno de los locales del puerto.
Allí cocinan en formas muy diversas el pescado típico "lampuki", muy consumido en la isla y también se saborea el que dicen que es el mejor marisco de toda Malta. Los precios en este lugar de la isla suelen ser más económicos, así que es una buena oportunidad de saborear estos productos del mar recién recolectados.
Como puerto pesquero, Marsaxlokk abastece a buena parte d ella isla, sobre todo de las variedades más típicas, el pez espada, el atún y el popular lampuki. Los días entre semana, el pescado es trasladado al mercado de La Valeta, pero los domingos es vendido al por menor por los propios pescadores en el muelle.
Así, los domingos, el pueblo se "colorea" un poco más, ya que ese día tiene lugar el gran mercado matinal de pescado, que llena de vida el lugar. Allí los malteses aprovechan para adquirir el pescado más fresco y nosotros también tendremos oportunidad de hacerlo o simplemente pasear disfrutando de este modo de vida tradicional.
Eso sí, en temporada alta el mercado puede llegar a estar demasiado concurrido, ya que su popularidad he hecho que se organicen excursiones desde La Valeta y otros lugares de la isla. En la actualidad, aparte de pescado también se comercializan otros productos en el mercado, como ropa, zapatos, comida, libros, recuerdos, antigüedades...
Si echamos la vista al pueblo, las casas no son demasiado coloridas, con sus tonos ocres y claros, construcciones sobrias típicas de la zona. Eso sí, destacan sus persianas típicas de madera en listones, verdes, granates, azules... Y a muchas las alegran sus puertas de colores que dan otra pincelada de variedad a las fachadas.
Muy cerca del puerto está la iglesia de Nuestra Señora de Pompeya que fue construida en 1892, y se encuentra en la plaza principal del pueblo. Cuenta con dos relojes en su fachada, uno de ellos pintado y con la hora cambiada, cuentan que para confundir a los espíritus malignos y garantizar el buen funcionamiento de los servicios religiosos. En la plaza se concentran varios pubs y restaurantes muy agradables.
Además en Marsaxlokk se puede visitar Fort San Lucjan o Lucián, una edificación del siglo XVII, de estructura cuadrada y maciza, que hoy alberga el Centro de investigación de Acuicultura. Contiene numerosos pasadizos, patios y almacenes excavados y semienterrados que se utilizaban para salvaguardar los víveres en caso de una invasión.
El fuerte cuenta también con un alto puesto de vigilancia desde el cual una persona debía estar alerta para avisar a la población y al ejército en caso de peligro. Se encuentra casi pegado a la bahía y a unas pequeñas playas, otros de los atractivos de la zona que sin duda merece la pena explorar a tu ritmo, en bicicleta o a motor.
Tuve la suerte de conocer Marsaxlokk en un soleado día de invierno, y entender por qué sus coloridas barcas típicas son, al igual que la cruz de Malta, uno de los símbolos del país. Para llegar a Marsaxlokk lo hicimos en coche de alquiler, está a unos 13 kilómetros al sur de La Valeta. Hay autobuses que llegan desde La Valeta de lunes a viernes (rutas 81 y 85).
En definitiva, no se trata de un lugar demasiado monumental, pero es que en Marsaxlokk hay que detenerse en sus colores, sus callejuelas, sus barcos, su mar y esa vida del puerto. Impregnarse de su ambiente tranquilo y marinero. Junto al Mediterráneo podremos observar el arte de los pescadores arreglando o secando sus aparejos, de ida hacia el mar abierto y vuelta tras la faena.
Fotos | Eva Paris, (y II), Michaela Loheit, James Stringer en Flickr-CC