Cuando decirmos que hay un viaje para cada viajero, pensamos en las mil formas de vivir un lugar. Los Alpes están muy cerca de miles de visitantes. Sus pueblos, valles y ciudades suizas, francesas o italianas. Algunos, unos pocos, pueden decir que los han vivido desde el propio corazón de los picos. Este es el caso de Joaquin Ruiz uno de nuestros lectores que, cámara al hombro, se fue a vivir una experiencia inolvidable en su viaje a… los Alpes
¿Qué hacer una mañana a casi 4000 metros de altitud?
Chamonix es un pequeño pueblo situado en un estrecho valle rodeado de montañas de más de 3.000 metros con una gran tradición en torno al ski, la montaña y el alpinismo. Una mañana cualquiera de verano, paseando por sus calles te cruzas con un ir y venir de escaladores, mountain bikers, adictos al parapente y en definitiva a cualquier deporte de aventura, convirtiéndose en un pequeño Disneyland para el outdoor.
De Chamonix parte el teleférico del Aiguille du Midi. Tras una vertiginosa subida de 20 minutos, sorteando, primero bosques frondosos, después glaciares, y finalmente crestas afiladas, te encuentras a las puertas de la alta montaña a 3.842 metros de altura, donde el oxigeno empieza a escasear.
Una serie de excavaciones en la montaña te permites mediante túneles asomarte a distintas vertientes del Aguillie de Midi: un afilado pico de roca de color cobrizo que se erige entre glaciares, aristas de nieve y agujas de roca. Allí se puede contemplar a los alpinistas que intentan hollar la cima del monte más alto de Europa occidental, el Montblanc. Puedes contemplar perfectamente las cordadas subiendo hacia la cima oculta entre las nubes, atravesando restos de avalanchas, saliendo de sus vivacs temprano o desfilando por traicioneras aristas, afiladas sobre abismos que quitan la poca respiración de la que disfrutan a esa altura.
Otros prefieren hacer marchas atravesando los numerosos glaciares que rodean la zona, sorteando las grietas, para escalar las espectaculares agujas de roca que surgen de entre la nieve. Y muchos otros simplemente pasean por los túneles, asomándose a las distintas terrazas, disfrutando del espectáculo que la montaña solo suele conceder a los alpinistas más experimentados. Contemplar los picos de los Alpes, nevados, entrando y saliendo en borrascas, disfrutar de la vista del valle de Chamonix, 3000 metros más abajo o simplemente respirar un aire puro que difícilmente podréis encontrar en otro lugar.
Una mañana a casi 4000 metros de altitud te permite presenciar la ambición del hombre por caminar más alto, más lejos, más salvaje. Te permite disfrutar de la naturaleza en su estado original, de sentir que te asomas a la parte salvaje del planeta. Te descubre de forma abrupta tu lugar en el mundo, rodeado de milenarios colosos nevados.
En definitiva, subir al Aiguille du Midi, aunque solo sea una mañana, es una experiencia única para conciliarse con el ritmo de vida que llevamos las otras 364 mañanas del año.
Gracias Joaquín por compartir tan extraordinaria experiencia con Diario del Viajero.
Video | Joaquín Ruiz Quintanal en Vimeo
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