Terminadas las vacaciones nuestros lectores se animan a contarnos sus experiencias de viaje y compartirlas con todos nosotros. En este caso, se trata del viaje que Javier y su esposa realizaron hace pocas semanas a Portugal. Recorrieron los paisajes y pueblos del Parque Natural del Sudeoeste Alentejano y Costa Vicentina. Dejamos aquí sus consejos y conclusiones de este magnífico recorrido.
Cuando te adentras en Portugal corres el riesgo de descubrir sus secretos, de asombrarte con sus encantos, corres el riesgo de maravillarte con una tierra que parece olvidada, que parece haberse detenido en un momento determinado de la Historia. Cuando recorres sus caminos ya no hay vuelta atrás, Portugal va cautivándote poco a poco.
El pasado mes de Julio mi mujer y yo decidimos visitar y conocer uno de los secretos mejor guardados de Portugal: el “Parque Natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina”. Situado en el litoral sudoeste del país, por debajo de Lisboa, se extiende, a lo largo de 110 km, desde Sines hasta el Algarve. Para llegar hasta este enclave natural, si viajamos desde el centro de España, debemos seguir la A-6, cruzando Badajoz, Elvas y Évora hasta cruzarnos con la A-2, en la cual debemos desviarnos hacia el sur. Más adelante, la mejor idea es tomar la salida que se encuentra a la altura de Alcacer do Sal y desde este punto continuaremos por carreteras secundarias hasta Sines, donde comienza el Parque Natural.
La grandeza, lo maravilloso de este Parque Natural, donde reside su secreto, es que nos encontramos en el punto justo donde Europa se despide de la tierra para encontrarse con el mar, para encontrarse con el viento, que azota violento y furioso la costa, al mismo tiempo que sacude nuestros corazones. En este lugar la playa es salvaje, el acantilado es su símbolo y las dunas dibujan los caminos por explorar. A pesar de la creciente presión turística, el Parque conserva su traza típica y aun se puede disfrutar de la tranquilidad junto al mar, aun podemos saborear el aroma, el sabor de un espacio natural e irrepetible. Por nuestra parte, decidimos quedarnos para una semana en uno de los campings que hay cerca de Porto Covo. Alejados del pueblo, desde el propio camping tenemos acceso al mar, en una playa pequeña y muy tranquila, en tan solo unos minutos, sin necesidad de coger el coche.
Y es que el Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina esconde una gran cantidad de tesoros por descubrir, nos ofrece una amplia variedad de sensaciones para quien decida adentrarse en el corazón del parque. Empezando por su paisaje, diverso y natural, mezclando arribes y acantilados abruptos y recortados que han tomado las mas caprichosas formas, ofreciendo un espectáculo increíble. Playas interminables o pequeñas calas donde esconderse y disfrutar de una temperatura agradable; islotes y arrecifes donde la mente puede viajar hacia atrás recordando a viejos pescadores. Marismas, barrancos, lagunas y dunas todo ello salpicado por una flora y fauna propias. Pero además el parque nos ofrece una amplia gama de actividades para toda la familia. Desde un baño refrescante en cualquiera de sus estupendas playas hasta la practica del surf, parapente, senderismo, rutas a caballo o en 4X4 por las interminables dunas del parque e incluso paseos en barco. Para los amantes de la naturaleza, la desembocadura del río Mira en Vila Nova de Milfontes es un lugar estupendo desde el cual observar multitud de aves marinas en su hábitat natural.
Viajar al Parque Natural es encontrarse con un espacio natural conservado a lo largo de los años y que ha sabido mantenerse alejado del bullicioso ruido de los grandes hoteles que jalonan la geografía costera de la Península Ibérica. Durante siglos la población local dedicó sus esfuerzos a la pesca, la agricultura y la ganadería, pero hoy en día el turismo se ha convertido en la actividad más importante, especialmente en la parte norte del parque. Además existen varios puntos que aun conservan un gran interés histórico y cultural. La Fortaleza de Pesseguiero junto a la isla del mismo nombre, la Fortaleza de Sagres, el Cabo de San Vicente, los numerosos faros que vigilan el mar o los muchos pueblos pesqueros que conservan ese aroma autentico de un pasado remoto. En verano es habitual encontrar mercados diarios en los pueblos más importantes, donde podremos comprar de todo, desde ropa hasta los productos típicos de la zona. Y al norte, Sines, se ha convertido en una cita importantísima para los amantes de la música étnica, ya que a mediados de Julio se organiza el Festival Músicas do Mundo, con conciertos y cientos de actividades.
Pero es que además toda la costa es un museo geológico de gran importancia. Estratos de pizarra aquí y allá dibujan un serpenteante escenario de acantilados, rocas, playas inolvidables donde dejar volar nuestra imaginación y descansar admirando un escenario casi mágico. Descansar mientras el viento enfurecido choca una y otra vez contra las rocas, que se observan lejos, entre la nieblilla, como gigantes dormidos. Deleitarse con el espectáculo que nos ofrece un mar enloquecido, bramando a su llegada a la costa, rompiendo en fuertes y altas olas, que se convierten en un perfecto reclamo para los miles de surfistas que se adentran en un mar helado, mientras el sol va cediendo su terreno, dejándonos un mural de colores vivos sobre el azul del cielo y reflejándose en la superficie cristalina del mar. Observar las siluetas de los pescadores, afanándose sobre las rocas, conformando una armonía de color, sonidos y olores.
El Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina, un rincón al final del continente europeo, donde la naturaleza no ha sido domada por completo. Un rincón hermoso y salvaje al mismo tiempo, un lugar que aun permanece inalterable y donde poder disfrutar de un país con un encanto especial.
Gracias Javier por compartir vuestro viaje. Si quieres contarnos el tuyo, toma contacto con nosotros y te explicamos cómo puedes ver tu relato publicado en Diario del Viajero.
Fotos | Javier López Alonso
En Diario del Viajero | El viaje de…