El sábado arranca la edición de 2016 del Oktoberfest, el festival de la cerveza de Munich, que se prolongará hasta el 3 de octubre y que recibirá a unos siete millones de personas en el campo de Theresenwiese. Es la festividad más popular de Alemania y una de las más conocidas en todo el mundo, hasta el punto de que hay muchos países que celebran sus propias versiones del Oktoberfest, y también es un importante imán para los turistas.
Munich, la capital del estado de Baviera, es una ciudad que merece la pena visitar, pero el Oktoberfest no es la mejor época para ello. Aun así, si queréis ir al festival de la cerveza por antonomasia y, además, pretendéis ver algunas de los atractivos que la ciudad ofrece a los visitantes, os proponemos 7 cosas que tenéis que saber sobre el Oktoberfest. Y sobre Munich.
El Oktoberfest es una feria
La cerveza es una parte importante del festival (tal vez, la más importante), pero no es lo único que hay en él. En realidad, el Oktoberfest es una gigantesca feria. Theresenwiese, el prado donde se celebra, es una extensión vacía de unas 46 hectáreas en la que hay una enorme estatua llamada Bavaria, que representa el land (con el Ruhmeshalle detrás), y en el otro extremo, la iglesia de San Pablo.
En las tres semanas del Oktoberfest se instalan allí las casetas, o Festhalle, de las cerveceras muniquesas, y también hay atracciones de feria, tipo norias, montañas rusas o coches de choque. Por supuesto, el fin de semana es el momento más concurrido del festival, y hay que tener en cuenta que el nivel de alcoholización de los asistentes es bastante elevado.
Las cervezas de Munich
Puede llegar a haber una veintena de Festhalle en el Oktoberfest (o el Wiesn, como lo conocen también los muniqueses), algunas dedicadas principalmente a la comida o más estilo café.. Muchas de ellas, sin embargo, pertenecen a cervecerías de Munich como Löwenbräu, Paulaner, Hofbräu, Spatenbräu, Augustiner, Schützen o Pschörr, y algunas, como Hofbräu, tienen también un local en el centro de la ciudad que es una de las atracciones turísticas más conocidas.
También hay casetas que no llevan el nombre de ninguna marca de cerveza, y que figuran entre las más visitadas, tipo Marstal, Wildstuben o Winderer Fähndl. La cerveza se sirve en jarras de medio litro y cuesta unos diez euros. No está permitido sacar la bebida fuera de las casetas, ni beber en la calle. En las "tiendas" hay, además, bandas de música y animación variada.
Entre weisswurst y pretzels
Toda la cerveza que se bebe en el Wiesn (la abreviatura con el que se conoce el lugar donde se celebra el Oktoberfest y, por ende, el festival) necesita ser acompañada con comida contundente. Aquí entran los platos más tradicionales de la cocina bávara: las weisswurst, salchichas blancas cocidas de las que no se come la piel; los brez'n, o pretzels gigantes; el codillo (Schweinhaxe), el buey asado con patatas y salsa al vino tinto o los dampfnudel, una masa de harina rellena de carne similar a un dumpling, y que se sirve cocida.
También es posible comer pescado a la brasa ensartado en un palo (fischbraterei), pollo asado u otro tipo de salchichas como las bratwurst o las currywurst, muy populares en Berlín, por ejemplo. En el recinto del festival hay igualmente casetas que venden queso, cafés o unas grandes "galletas" gengibre con mensajes, generalmente, Ich liebe dich, "te quiero". Los platos de comida en las Festhalle también costarán a partir de diez euros, en general.
Qué ver en Munich
Las semanas de celebración del Oktoberfest son, probablemente, uno de los peores momentos para visitar Munich, pero si estamos allí y queremos hacer algo de turismo, hay varios lugares imprescindibles. El primero de ellos es Marienplatz, que constituye el centro de la ciudad, con el ayuntamiento nuevo, del siglo XIX, y la Columna de Santa María que da nombre a la plaza. Muy cerca de allí está Viktualienmarkt, si nos gusta visitar mercados.
Las otras dos atracciones principales de la capital de Baviera (además de la estatua Bavaria del Theresenwiese) son Frauenkirche, la catedral, el palacio Nymphenburg, el parque English Garden o el Olympiapark, donde se celebraron los Juegos Olímpicos de 1972. También hay numerosos museos, ubicados en la zona de Kunstareal.
¿Y cerca de Munich?
Si vaamos a estar por la ciudad un suficiente número de días, quizás lo que nos apetezca es acercarnos a algún otro lugar que merezca la pena en sus alrededores. Podemos optar por la ciudad de Augsburgo, lugar natal de Mozart, y en la que queda muy claro que fue el centro de los banqueros más poderosos de Europa en el siglo XVI. Muy cerca de ella se encuentra el campo de concentración de Dachau (en la foto), y si nos animamos a adentrarnos más en Baviera, podemos visitar el parque nacional de Berchtesgaden y, cerca de la frontera con Austria, el castillo de la Bella Durmiente, o lo que es lo mismo, el castillo Neuschwanstein.
Cómo ir al Oktoberfest
Munich tiene un aeropuerto grande y bien comunicado con el centro (y cerca del que podemos ver, si somos aficionados al fútbol, el estadio Allianz Arena, con sus colores cambiantes según si juega como local el Bayern o el TSV 1860 München), y desde allí, acercarse a Theresenwiese no es complicado. Hay paradas de metro de las líneas U4 y U5 (Theresenwiese) y hasta un parking próximo, si optamos por el coche, pero hay que tener en cuenta que la afluencia de público es muy numerosa, especialmente el fin de semana.
Ese detalle de la afluencia de público hay que tenerlo en cuenta, porque lo más habitual es que nos encontremos con colas para entrar al recinto del Oktoberfest, o algunas de las Festhalle más populares. Éstas, por cierto, dan la posibilidad de reservar mesa, pero suelen estar todas ocupadas con meses de antelación. Las casetas abren entre las 10:30 y las 11 y cierran a las 22, que son las 22:30 en fin de semana.
Una fiesta centenaria
El Oktoberfest empezó a celebrarse en 1810, como parte de las celebraciones de la boda del rey Luis I de Baviera con Teresa de Sajonia y Hildburghausen, y arranca siempre de la misma manera. El sábado, el alcalde de Munich se sitúa al frente de un desfile de los dueños de las principales cervecerías muniquesas, que llevan al recinto barriles de la bebida en carros tirados por caballos, y con una banda de música abriendo el camino.
Una vez la comitiva llega a la carpa Schottenhamel, es el alcalde el encargado de inaugurar las festividades abriendo el primer barril de cerveza, colocando un grifo en un lateral. Hasta que no se llega ese momento, aunque las casetas estén abiertas, ninguna puede servir cerveza. Y, por cierto, si queréis saber cuánto costará cada jarra en la edición de este año, ninguna va a bajar de 10,4 euros.
Imagen | Roman Boed, Steffen Hausmann, Thomas sauzedde, Stefan Jurca, ho visto nina volare, Steve Collis, Polybert49
En Diario del Viajero | Diez museos de la cerveza en Europa