Gracias a una impecable restauración, tenemos hoy la posibilidad de adentrarnos en un segmento muy interesante de la historia cultural y económica de Barcelona.
La Casa de la Seda, un magnífico edificio con más de 300 años de vida y en pleno centro de la ciudad, es una de las antiguas "casas gremiales" que congregaron la vida comercial de la Barcelona medieval. Puede visitarse y para conocer algo más de la historia e importancia de estas casas gremiales en su época, traigo hoy algo de información.
En la Barcelona medieval, los gremios presentes en la ciudad se fueron organizando y agrupando. Primero estableciéndose alrededor de calles específicas en las que desarrollar su oficio. Es así como hoy en día podemos ver aún ese recuerdo en los nombres de algunas arterias: de los herreros, de los sombrereros, de los zapateros, etc.
Con el paso del tiempo, los gremios adquirieron fortuna e importancia social. Se levantaron las "casas gremiales" que aún hoy podemos ver con toda elegancia y solemnidad a la altura del esplendor histórico y la representación social que los gremios integrantes alcanzaron durante el siglo XVIII, su época más brillante.
Veamos qué nos cuentan sobre estas casas gremiales en La Casa de la Seda:
Paulatinamente, se fueron conformando en asociaciones regidas por ordenanzas previamente autorizadas por el monarca, y que regulaban todos los aspectos relacionados con el gremio: precios de productos, cuotas, subsidios de viudedad y pobreza, normas y cumplimiento, formación de los aprendices, etc.
Pero las agrupaciones gremiales no solo tenían un carácter laboral, sino también benéfico-social, religioso, político e incluso militar. Llegaron a ser integrantes activos del Consejo de Ciento y de la milicia urbana, cada gremio tenía la obligación de defender una parte determinada de la muralla de la ciudad en caso de ataque.
En la Edad Media la religión era uno de los pilares básicos de la sociedad y los gremios solían pertenecer a alguna cofradía, bajo la advocación de un santo protector que se convertía en su patrón, dando especial importancia a la celebración de su respectiva fiesta.
Formar parte de un gremio suponía la adquisición de ciertos privilegios pero también obligado cumplimiento de algunos deberes. Ya de inicio, los aprendices, tras tres o cuatro años de “prácticas” tenían que aprobar un examen o pasantía para obtener la condición de oficial y posteriormente la de maestro. Generalmente, el aprendiz no cobraba un sueldo y vivía en la casa del maestro y su familia. Una vez pasado el examen, ya como artesano especializado obtenía un salario pero seguía guiado por un maestro. Para alcanzar ese rango, el artesano debía realizar una “obra maestra”, algo que demostrara que ya estaba preparado para trabajar sin que nadie le guiara.
Llegó un momento que la diversidad de gremios y especializaciones era tal que las discusiones se sucedían demasiado a menudo afectando directamente al trabajo y a la economía de la ciudad. Finalmente, con la Revolución Industrial y la liberalización de las profesiones, cualquiera podía dedicarse a lo que quisiera sin necesidad de estar agremiado, los gremios fueron perdiendo sentido hasta su desaparición oficial en 1836
A principios del siglo XX se implanta el Plan Cerdà y se abre la neurálgica Via Laietana, y es entonces cuando se pierden muchas de aquellas magníficas casas gremiales. En el caso de la Casa de la Seda, se pudo salvar de la demolición ante la apertura de la avenida, gracias a ser declarada Bien Cultural de Interés Nacional.
Es por ello que significa tanto la posibilidad de visitar una de esas casas gremiales, como La Casa de la Seda donde, además de ver los señoriales interiores y aprender de la industria y comercio de la seda por aquellos tiempos, podemos ver documentos históricos cuya colección se remonta al 1500.
Para datos prácticos sobre la visita así como detalles arquitectónicos e históricos de La Casa de la Seda, os invito a consultar su web oficial.
Fotos | La Casa de la Seda
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