Este invierno se nos está haciendo un poco largo, pero por suerte hay lugares, no muy lejanos, en los que podemos disfrutar del sol incluso en febrero o marzo. Un sol que calienta sin quemar, y que produce una sensación muy parecida a la felicidad. Sobre todo cuando se acompaña del sonido del mar.
En la playa de la Guardia, de Salobreña, podemos encontrar temperaturas amables, tranquilidad, y uno de los parajes más bonitos que ofrece el mediterráneo. No por nada está en la Costa Tropical (Granada). Un nombre que suena a vegetación abundante, palmeras y aguas cristalinas, y eso es justamente lo que nos espera.
Un clima privilegiado en un entorno paradisíaco
Salobreña tiene 320 días de sol al año y temperaturas medias invernales entre los 12º y de 24 ºC. Además, la ausencia de edificios altos en la mayoría del territorio que abarca, hace que empecemos a notar el abrigo del sol desde bien temprano.
La playa de la Guardia está rodeada de cultivos agrícolas, mide poco más de 1 kilómetro y la delimitan, el peñón de Salobreña, en un lado, y la playa de la Caleta, por el otro. Así que si nos ubicamos en el centro, solo divisaremos el mar, la naturaleza, y las impresionantes vistas del pueblo y del Monte de los Almendros, con sus típicas casitas blancas andaluzas.
Un chiringuito para comer de lujo
Justo al inicio de la playa se encuentra el restaurante El Peñón. Fundado en 1954, conserva todo el encanto de los chiringuitos de antaño, en el interior y en la terraza. En algunas mesas da la sensación de estar comiendo en un barco, porque está literalmente situado sobre el mar, y es lo único que se ve al mirar por la ventana.
Su especialidad son los pescados y mariscos del puerto de Motril, al espeto, a la plancha o fritos. Aunque también sirven carnes y platos más elaborados como el rape a la marinera o el arroz con bogavante. Tuve la suerte de probar el espeto de pulpo, los salmonetes fritos y los mejillones Al-Ándalus, y puedo confirmar que estaba todo riquísimo.
Salobreña, el pueblo que mira al mar desde las alturas
Ya que estamos en la playa, merece la pena hacer una visita al casco antiguo de Salobreña, que está situado sobre un peñón. Un laberinto de muros encalados, por el que es tan fácil como estimulante perderse.
Subir por sus calles estrechas y empedradas, a pesar de que algunas pendientes son importantes, tiene recompensa. Arriba nos espera un precioso castillo de la época nazarí y unas panorámicas espectaculares.
El pueblo se sitúa sobre un valle repleto de árboles frutales, de aguacate y de mango, por lo que, desde la cima, podemos admirar el verde del campo, los azules del mar y la majestuosidad de las montañas de Sierra Nevada.
Y además, si nos esperamos al atardecer, veremos también la magnífica puesta de sol, tiñendo de rojo el cielo y la playa. Imposible describir tanta belleza. Salobreña, en invierno, calienta el cuerpo y el alma.
Portada | Jorge Fernández Salas - Unsplash