A veces los lugares más idílicos esconden las leyendas más aterradoras. Aunque en este pueblo de Tarragona, que tiene dibujado en su escudo municipal un perro vampiro, no ocultan su pasado precisamente.
Se encuentra a solo 11 Km de la playa de l'Hospitalet de l'Infant, en el interior de la Costa Dorada, y su nombre es Pratdip, que en español se traduce como Prado de dips. Es un lugar encantador, pequeño y tranquilo, con menos de 700 habitantes, por el que es una delicia caminar, pero… ¿quiénes son los dips? Vamos a descubrirlo.
Unos animales diabólicos que chupaban sangre
Los dips eran unos seres malignos que habitaban en los bosques cercanos a Pratdip. Tenían el pelo negro, colmillos afilados, cojeaban de una pata y en teoría recibían órdenes del diablo.
Dicen que por las noches acechaban a los habitantes del pueblo porque, aunque por lo general chupaban sangre de otros animales y hacían destrozos en el ganado, también aprovechaban cuando encontraban a algún borracho para hincarle el diente.
No se puede descartar que quizá esto se contara para que la gente se abstuviera de las juergas nocturnas, o como justificación de algún ajuste de cuentas. Es muy probable que dip venga de la palabra árabe dhib, que significa lobo, así que tal vez se trataba de eso, de una manada de lobos o perros salvajes y hambrientos.
Sin embargo, dejaron tanta huella, que definieron la identidad del pueblo para siempre. Los dips ya aparecían en el retablo renacentista de Santa Marina, del año 1602, que se encuentra dentro de la iglesia de la Natividad de Santa María de Pratdip. Y, como comentamos al inicio, un dip es el protagonista del escudo municipal, alimentando la idea de que estos monstruos existieron realmente.
Por otra parte, parece que no fueron los únicos vampiros de la zona. Hay otro relato que habla de Onofre de Dip, un señor feudal convertido en una réplica de Drácula, que se estableció en el castillo que hay en lo alto de la colina. Relato que recogió el escritor Juan Perucho en su novela Las historias naturales.
¿Realidad o ficción? Como dice Iker Jiménez, saquen ustedes sus propias conclusiones. En cualquier caso, la visita a Pratdip vale igualmente la pena.
Un pueblo histórico en un entorno natural increíble
Más allá de leyendas nocturnas, este pueblo tiene muchas maravillas diurnas para ofrecer, como nos muestran en este vídeo de la oficina de turismo de la Costa Dorada:
Las ruinas del castillo, declaradas Monumento Histórico en 1985, están situadas en el punto más alto de Pratdip y desde allí las vistas de la villa y los alrededores son espectaculares.
Además de la Iglesia de Santa María, de origen románico con elementos góticos, también podemos visitar los antiguos lavaderos públicos, y callejear por sus bonitas calles empedradas. En el paseo, nos encontraremos con dos torres monumentales: la de Cal Capet y la Ca la Torre, de finales del siglo XIII, principios del XIV, que formaban parte de la muralla que protegía el pueblo medieval.
Por último, a unos 4 kilómetros de distancia, se encuentra el conjunto arquitectónico del Santuario de Santa Marina, del siglo XVIII. Incluye un área de recreo, un antiguo balneario, una fuente por la que brota el agua todo el año y otro mirador con unas panorámicas impresionantes.
Pratdip está situado en un valle rodeado por la sierra de Llaberia en la parte norte, las montañas de Tivissa-Vandellòs al sudeste, y la montaña del Puig de la Cabrafiga al este. Un entorno natural único, ideal para los amantes del senderismo, o para quienes simplemente quieren disfrutar del paisaje.
¿Quedará por allí algún dip? Desde el siglo XIX nadie ha vuelto a ver ninguno, pero por si acaso, mejor ponerse a cubierto cuando caiga la noche…