Viajar no es solamente llenar un pasaporte de sellos o acumular millas voladas. Tampoco es ir de un museo al otro para ver obras como si se tratara de completar un álbum. O de pisar tierras extrañas por el sólo hecho de decir "He estado allí".
Viajar es un camino para crecer por dentro, vivir experiencias, ganar amigos, aprender, emocionarse. De eso hablamos hoy. De las emociones que rodean un viaje, o un momento especial de ese viaje. De esas emociones que se agolpan en la garganta y te roban las palabras. De esas emociones que te desbordan cuando llegas a un lugar largamente esperado, o cuando la naturaleza te regala un instante único. Cuando te quedas sin aliento. Cuando los ojos se nublan.
¿Qué paisaje o momento de un viaje te ha hecho llorar de emoción?
Reconozco que soy de esos viajeros que me dejo llevar por el momento que me regalan los destinos que visito. Si es mediodía, suelo detenerme junto a la gente del lugar a su hora de comer. Si cae el sol, le dedico su tiempo. Si visito un templo, intento captar el sentimiento de quienes lo visitan con fe.
En muchas ocasiones, lo reconozco sin pudor, esas experiencias me han llevado a las lágrimas. La última vez, hace unos días, cuando al atardecer se iban encendiendo las farolas que se escalonan entre los hermosos tori rojos del Santuario Fushimi Inari, en Kioto. Una visita tan largamente esperada, y que se me entregaba en soledad, silencio, toda para mi con las últimas luces del día. Y lloré de emoción.
Y aquí traigo una respuesta propia a la pregunta de la semana anterior: ¿Cuál es el destino en el que mas has disfrutado con niños?. Una respuesta que va muy bien con la pregunta que hoy planteamos también. En una playa, mi hija pequeña observaba la vida submarina con su snorkel. Al salir me dijo: "¡Mami, es todo tan lindo que me siento mas grande por dentro!" Y se echó a llorar de emoción.
¿Y tú? Cuéntanos en este enlace.
En Diario del Viajero | La pregunta de la semana