Asomarse a Portugal es enfrentar al Atlántico, a su historia y sus costumbres de mar. Imposible pensar a uno sin el otro.
Su cultura, su cocina, su gente nos sería la misma sin los aportes que trajeron a través de mares lejanos. El mar le puso sabor a canela a su mesa y un toque triste en la mirada a su pueblo, acostumbrado a despedir en el puerto.
Decíamos hace poco que en Portugal hay una playa para cada visitante. Podría agregar que hay un puerto en cada rincón y un faro que guíe nuestro camino.
Desde el siglo XIV, los portugueses estuvieron presenten en aguas del mundo conocido. Pescadores en aguas inglesas, pretendientes de las Islas Canarias, transportistas entre el Algarve y los puertos del norte de Europa. Pero fueron los siglos XV y XVI cuando los navegantes portugueses llevaron los límites de su corona hasta mares desconocidos.
La figura indispensabe en esta historia es el Infante Enrique el Navegante (1394-1460). Hijo del rey Juan I, sobrino del rey Enrique IV de Inglaterra, comienza la zaga de conquistas a lo largo y ancho del mundo con la toma de Ceuta en 1415 y apropiándose así, de las rutas comerciales del norte de Africa. Al Infante Enrique se le debe la fundación de la actual ciudad de Sagres y funda una escuela para navegantes en su Fortaleza, muy cerca del Cabo San Vicente.
Madeira, las Azores, la costa africana occidental, la ruta a Oriente, Brasil. Se fueron escalonando los descubrimientos geográficos, la apertura de rutas comerciales y el establecimiento de colonias. El sueño de Enrique el Navegante fue llevado a cabo por João Gonçalves Zarco, Diogo de Silves, Fernando Poo, Vasco da Gama, que fueron ampliando el mapa portugués. En 1543 Francisco Zeimoto, António Mota y António Peixoto son los primeros europeos en alcanzar Japón..
En el camino, quedan las terribles historias del costo moral y humano de estos avances. El tráfico de esclavos, la explotación humana en minas y plantaciones, la mezquina miopía de la codicia.
Hoy, muchos rincones de la geografía portuguesa recuerdan a estos hombres. Puertos, ciudades, monumentos, rinden homenaje a los hombres de mar de ayer y a la prosperidad que llevaron a su tierra natal. Sintra, Sines, Sagres, Lisboa, Porto ...
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