Lejos de disquisiciones filosóficas, la realidad práctica es que muchos lugares se están degradando, ya sea por el turismo masivo e incívico, ya sea porque las administraciones no gestionan correctamente la llegada de turistas. Para evitarlo, en algunos sitios se están tomando medidas que rozan lo delirante, como en Venezuela, donde deberemos recoger nuestros propios excrementos, como si fueran los de una mascota que sacamos a pasear.
Esta medida se ha implantado en el monte Roraima, en el parque venezolano de Camaina, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad. Cuando accedes al parque, en la misma entrada, te entregan un tubo de PVC sellado de unos 20 centímetros de largo junto a 250 gramos de cal.
Porque, en el caso de que tengamos que hacer aguas mayores, deberemos hacer lo posible para recoger nuestra defecación, introducirla en una bolsa con la cal que nos han entregado, y finalmente ubicar la bolsa en el interior del recipiente de PVC.
No quieren que el turista deposite objetos que no sean autóctonos. Por ejemplo, una lata de refresco. Un blister. Una piel de plátano. Y los excrementos, a pesar de que es materia orgánica que se descompone, pueden albergar en su interior semillas que procedan de otro lugar.
Por ejemplo, ¿sabéis por qué las fresas son tan rojas y apetecibles? Porque desean ser comidas por los animales, o por nosotros. De esta forma, sus semillas entran en nuestro intestino, y allí son defecadas en otro lugar. Así las semillas consiguen arraigar en diversos lugares, gracias a los cuerpos de quienes las han comido.
En cualquier caso, quizá deberíamos escoger entre dejar de visitar determinados lugares, o hacerlo con un tubo de PVC para nuestras deposiciones. ¿Qué es parece la medida? ¿Demasiado draconiana? ¿Razonable? ¿Sería conveniente evitar el flujo de visitantes antes de que lleguemos a necesitar envolvernos en una profilaxis extrema, estilo condón gigante, para evitar el contagio de los destinos más prístinos?
Vía | Estampas
Foto | Jeff Johnson | Luis Ovalles