Si algo nos ha sorprendido este 2023, ha sido conocer que hay una gran cantidad de hombres en el mundo que piensan a diario en el Imperio Romano.
Lo que empezó como un meme de TikTok, ha terminado con cientos de artículos tratando de responder a la pregunta de por qué lo hacen, con respuestas que abarcan conceptos como la nostalgia (¿?), la admiración o incluso un cierto conservadurismo, por decirlo suave.
Seguro que también han influido celebrities como Elon Musk y Mark Zuckerberg, anunciando un combate en el Coliseo (aunque al final no será posible), o la gran cantidad de coaches y gurús que prometen diversos cambios de vida (ponerte cachas, hacerte rico, etc.) practicando el estoicismo.
El idolatrado por unos, y odiado por otros, Amadeo Lladós, con sus continuas alusiones a Marco Aurelio, es un buen ejemplo patrio de este fenómeno.
Pero, teorías aparte, aquí lo que nos interesan son los viajes, así que he querido acercarme al movimiento #romanempire a través de las citas que nos dejaron algunos de los grandes pensadores de esta época, sobre el turismo y nuestra afición por desplazarnos de un lugar a otro.
En la época actual, parece que todavía tienen más sentido.
Viajar en el Imperio Romano
El territorio del Imperio Romano tenía una gran extensión. Durante el siglo II d.C. llegó a ocupar 5 millones de kilómetros cuadrados, incluyendo partes de Europa, África del Norte y el Medio Oriente, y esto provocaba un tránsito importante de personas entre Roma y el resto de provincias, promovida por su excelente red de caminos.
Los romanos tenían muchos motivos para viajar: cumplir con el servicio militar, dedicarse al comercio, la investigación y el estudio, o disfrutar de los espectáculos, los juegos y las fiestas religiosas. También había quien viajaba por recomendación médica, para cambiar de aires, o como recreo.
Cuando llegaba el calor, los ciudadanos más pudientes se refugiaban en sus casas en los Apeninos o la Campania, aunque los menos adinerados tenían que conformarse con hacer pequeñas excursiones a los parques y jardines cercanos. Los trayectos a todo lujo, en litera o a pie, también solían ser indicativos de la riqueza del viajante.
Ya en aquel entonces se visitaban otros lugares para escapar de la rutina y desconectar. Después de Italia, los destinos preferidos eran Grecia, Asia Menor y, desde los tiempos de Augusto, Egipto. ¿Qué pensaban Marco Aurelio o Séneca al respecto? Vamos a verlo.
Los estoicos y los viajes
El estoicismo se caracteriza por enseñar a encontrar la paz interna aceptando lo que no podemos cambiar y enfocándonos en controlar nuestras reacciones y emociones. Y eso es algo que puede hacerse desde cualquier parte.
Así lo expresaba Marco Aurelio en sus Meditaciones:
"Los hombres buscan retiros para ellos mismos: el campo, la playa, las montañas; y tú también estás acostumbrado a desear esto con intensidad. Pero todo esto es, en la opinión de los más sabios, un error, porque puedes retirarte a ti mismo siempre que quieras."
"En ninguna parte ningún hombre puede encontrar lugar más tranquilo ni más libre de ocupaciones que en su propia alma."
Séneca fue todavía más tajante al respecto en sus Cartas a Lucilio, rompiendo con la idea, más vigente que nunca, de que los viajes son una cura contra la tristeza, el agobio o el tedio.
"Crees que a ti solo te ha sucedido, y te admiras como de cosa nueva, haber realizado largo viaje y recorrido muchos países sin desterrar la tristeza y el tedio de tu ánimo. ¡Necesitas cambiar de espíritu y no de cielo! Aunque cruces los mares y, como dice Virgilio, «se alejen tierras y ciudades», tus pasiones te seguirán a todas partes."
"Sócrates contestó al que se le quejaba de la misma suerte: «¿Te asombras de que no te aprovechen los viajes cuando vas contigo mismo a todas partes?» La misma causa que te impulsó te oprime aún. ¿De qué te sirve cambiar de paraje? ¿De qué el conocimiento de comarcas y ciudades? Todo eso no es más que inútil agitación."
"Se emprende un viaje tras otro y unos espectáculos se cambian por otros espectáculos. Como dice Lucrecio: «De este modo uno huye siempre de sí mismo.» Pero ¿de qué sirve si no puede escaparse? Se sigue a sí mismo y se urge como el compañero más pesado."
El filósofo considerado romano, aunque de origen cordobés, dio en el clavo. Si viajamos para ser felices, nos equivocamos. Aun así, solo los residentes en España realizamos 48,4 millones de viajes en el segundo trimestre de 2023, según los datos del INE. Puede que tuviéramos otros motivos…
"¿Qué ha podido hacer el viaje como tal por alguien? No controla los placeres, no frena los deseos, no controla los arrebatos de ira ni mitiga los salvajes ataques del amor: en una palabra, no elimina ningún problema de la mente. No otorga juicio ni se libra del error; lo único que hace es proporcionar un cambio de escena para mantener nuestra atención por un momento, como si una nueva baratija pudiera entretener a un niño. Además, viajar agrava la inestabilidad de una mente que ya de por sí está enferma. De hecho, el propio movimiento del carruaje nos vuelve más inquietos e irritables. El resultado es que las personas a las que les apasionaba visitar un lugar tienen aún más ganas de abandonarlo, como los pájaros que vuelan de un lugar a otro y se van más rápidamente de lo que llegaron. El viaje os familiarizará con otras razas, os mostrará montañas de formas extrañas, llanuras desconocidas y valles regados por arroyos inagotables. Le permitirá observar las peculiaridades de ciertos ríos— . . . Sin embargo, no te mejorará, ni en el cuerpo ni en la mente. Necesitamos dedicar nuestro tiempo al estudio y a las autoridades de la sabiduría para aprender lo que ya ha sido investigado e investigar lo que aún no ha sido descubierto. Esta es la manera de emancipar la mente de su miserable esclavitud y reclamar su libertad. Pero mientras no sepas qué evitar y qué perseguir, y sigas ignorando lo justo, lo injusto, lo honorable y lo deshonroso, en realidad no estarás viajando, sino solo vagando. Tu prisa no te reportará ningún beneficio, ya que viajas en compañía de tus emociones y tus problemas te acompañan. . . Un enfermo no necesita un lugar; necesita tratamiento médico. Si alguien tiene una pierna rota o una articulación dislocada, no sube a un carruaje ni a un barco; llama a un médico para arreglar la fractura o reubicar la extremidad. ¿Entiendes el punto? Cuando la mente ha sido quebrantada y torcida en tantos lugares, ¿crees que se puede restaurar cambiando de lugar? Su problema es demasiado grave para curarlo moviéndose. Viajar no convierte a uno en médico ni en orador. Uno no aprende una habilidad desde su ubicación. ¿Crees que la sabiduría, la mayor de todas las habilidades, se puede reunir en un viaje? Créeme, no hay viaje que pueda depositarte más allá de los deseos, más allá de los arrebatos de ira, más allá de tus miedos. Si así fuera, la raza humana se habría dirigido allí en masa. Mientras lleves contigo las razones de tus problemas, vagando por todo el mundo, esos problemas seguirán acosándote y atormentándote. ¿Te sorprende que huir no te ayude? De lo que estás huyendo está contigo. Necesitas corregir tus defectos, descargar tus cargas y mantener tus deseos dentro de un límite saludable".
Los viajes no nos hacen más buenos ni más sabios, o al menos no más buenos y sabios de lo que podemos ser (si queremos) desde nuestra propia casa. Aunque Séneca hace alguna concesión; conocer otros lugares puede despertar una atención que, por lo general, está dormida ante lo cotidiano. Y eso siempre ayuda a tomar conciencia de uno mismo.
Eso sí, hay que escoger bien el destino. El turismo de masas que se practica en Venecia, Barcelona o Atenas, no le hubiera parecido una buena idea.
"Hay que ser indulgente con el espíritu y darle de vez en cuando un descanso, que haga de alimento y de refuerzo. Y pasear por lugares abiertos, para que la mente se recupere y se yerga al cielo libre y a pleno aire; alguna vez un paseo en vehículo, un viaje y un cambio de región nos darán vigor, como un almuerzo y una bebida más abundante."
"A igual que un vestido es más apropiado que otro para el hombre sabio y honesto, y, sin aversión por color alguno, él considera que uno en concreto es poco idóneo para quien ha hecho profesión de sobriedad, así existen también parajes que el hombre sabio, o que avanza a la sabiduría, debe rehuir como inadecuados para las buenas costumbres."
En resumen, viajar para escapar de nosotros mismos no sirve de nada. Sin embargo, eso no es incompatible con hacer turismo por placer, curiosidad, o diversión.
"Si realmente quieres escapar de las cosas que te acosan, lo que necesitas no es estar en un lugar diferente, sino ser una persona diferente".
A la vez, reocomendaba abandonar el hogar con mucha moderación. Me pregunto qué pensarán los nómadas digitales de esto. Y si habrá alguna relación entre la falta de estabilidad que supone estar siempre moviéndose de un lado a otro, y el aumento de la precariedad en las ciudades que escogen para hacerlo.
"No está en ningún lugar quien está en todas partes. A los que pasan la vida en viajes les acontece esto: que tienen múltiples alojamientos y ningunas amistades. Es necesario que acaezca otro tanto a aquellos que no se aplican al trato familiar de ingenio alguno, sino que los manejan todos al vuelo y con precipitación."
En este sentido, como buen escéptico, el punto de equilibrio lo puso Cicerón:
"El deseo de viajar es parte de la educación; y el deseo de quedarse en casa es la otra mitad."
Hoy en día, llevar una vida de virtud como la que proponían los estoicos es muy complicado. No obstante, estas reflexiones nos pueden servir para ser más honestos con nosotros mismos y las razones que nos impulsan a viajar. Basta con preguntarse, ¿estoy huyendo de algo? Si no soportas tu vida, no mejorará con un fin de semana en París, aunque todo parezca indicar que sí.
Me voy a permitir dar un salto de más de 1.800 años para terminar, porque hay un estribillo de una canción de Soleá Morente, que lo resume todavía mejor: "Si con lo que tienes no consigues ser feliz, jamás podrás llegar a serlo con lo que te falta."
¿Te gusta quien eres? ¿Puedes ver la belleza de lo que te rodea en tu día a día? Ahí está la clave.
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