Uno de los principales males del viajero es el temido mareo, cuyo término científico es cinetosis. El mareo suele ir acompañado de fatiga y molestias digestivas y gástricas. Los casos más graves cursan con somnolencia, dificultades para concentrarse, naúseas y vómitos. Surge debido a que las aceleraciones y los cambios bruscos de dirección provocan una confusión en la información que nuestros sentidos responsables del equilibrio reciben, y suele ser más frecuente en aquellas personas que tengan esos sentidos más sensibles.
Para evitarlo existen algunos remedios farmaceúticos, pero nosotros también podemos tomar precauciones que nos ayuden a combatirlo, e incluso recurrir a algún que otro truco tradicional que, parece ser, funciona.
Entre las recomendaciones lógicas está la de no comer en abundancia antes de un viaje. Incluso si el trayecto es corto es mejor no comer absolutamente nada. También se debe evitar leer o fijar la vista en un punto o elemento concreto. Si aun así el mareo aparece siempre viene bien hiperventilarse, inspirar profundamente y a un ritmo alto. Tradicionalmente parece que hay algunas plantas que nos pueden ayudar. Por ejemplo, una infusión de jengibre fresco rallado con manzanilla antes del viaje suele ser medianamente eficaz. Más si nos lo llevamos en un termo y nos lo vamos tomando por el camino. Los más expertos en este asunto recomiendan también mover la cabeza alante y atrás unas veinte veces, y después hacia los lados otras veinte, para restablecer el sentido del equilibrio si el mareo hace su aparición. No obstante yo no lo he probado.
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