Buscando lo que nunca está
El principal problema de la ineficacia de los detectores de armas en los aeropuertos reside en el factor humano. Imaginad una persona que se pasa horas buscando algo que es muy improbable que se encuentre, como una aguja en el pajar. La mayoría de las maletas, millones y millones de ellas, no albergan nada más interesante que un vibrador tamaño maxi. Es decir, que el ojo se acostumbra a no ver armas; y las colas que se agolpan siempre en los aeropuertos, con clientes que tienen el tiempo justo para tomar su próximo vuelo, no permite dudar demasiado: hay que pasar a la siguiente maleta lo antes posible.
Este efecto es el mismo que se produce entre los radiólogos en una mamografía rutinaria, que solo revelan un tumor en el 0,3 % de los casos. En el caso de las armas de fuego en una maleta, la probabilidad es todavía menor, hasta el punto de que podemos afirmar que el 99,9 % de las ocasiones la maleta no guarda un arma.
No obstante, cuando diariamente se examinan millones de maletas, un porcentaje tan bajo resulta significativo. Tal y como señala Joseph Hallinan en su libro Las trampas de la mente:
En 2004, según la Administración de Seguridad en el Transporte, 650 millones de pasajeros viajaron a Estados Unidos en avión. Pero los detectores hallaron sólo 598 armas de fuego. Eso equivale más o menos a una pistola por cada millón de pasajeros, literalmente una proporción de una por millón.
No sabemos el porcentaje de errores que cometen los cincuenta mil observadores de las pantallas de seguridad de los aeropuertos de Estados Unidos, pero un estudio llevado a cabo en 2002 por Jeremy M. Wolfe, Todd S. Horowitz y Naomi M. Kenner publicado en Nature bajo el título “Rare Items Often Missed in Visual Searches”, reveló que a éstos se le pasaban por alto una de cada cuatro pistolas, es decir, un 25 % de errores.
Un porcentaje que resultó idéntico en otra comprobación posterior en el aeropuerto de Newark, también en Estados Unidos. La tasa de errores, pues, resulta elevadísima, tal y como también analizó Walter R. Boot en “Detecting Transient Changes in Dynamic Displays: The More You Look, the Less You See”, publicado en Human Factors en el año 2006.
Y solo estamos hablando de pistolas, no del resto de armas. En 2006, tras ocultarse una serie de bombas en objetos de las maletas por parte de agentes de la TSA, resultó que los observadores de las pantallas de seguridad del Aeropuerto Internacional O´Hare de Chicago solo detectó el 40 % de ellas. En el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, sólo detectaron el 25 % de los materiales explosivos, tal y como podemos leer en “Most Fake Bombs Missed by Screeners”, de Thomas Frank, publicado en USA Today.
La TSA señala que ahora los porcentajes de error son menores porque los observadores de pantallas han recibido mejores instrucciones desde el año 2006, pero de nuevo ignoramos el índice de fallos por mor de no incentivar el terrorismo aéreo. Habrá que tener fe.