Así que no voy a tratar de convenceros con estadísticas de cuán seguro es volar en avión (sólo un dato freak: es 10 veces más probable morir en el taxi de camino al aeropuerto que en pleno vuelo). Lo que voy a hacer es convenceros de que, incluso si hay un accidente de avión, es infundada la creencia de que es difícil salir vivo de ello. En la mayoría de accidentes aéreos, la gente sobrevive. Sobre todo si está viajando en uno de los asientos baratos.
Por ejemplo, en Estados Unidos, y entre los años 1983 y 2000, se estrellaron 568 aviones. Hubo supervivientes en un 90 % de los casos: de un total de 53.487 personas a bordo, sobrevivieron 51.207.
No importa donde os sentéis: si el avión cae, casi con toda probabilidad saldréis con vida. Pero si aún atesoráis algún recelo, entonces no os sentéis en un asiento de primera clase, porque son los más peligrosos. Según la revista Popular Mechanics, los asientos más seguros en caso de accidente aéreo están en la zona de cola, muy por detrás de las alas. Sentarse sobre (o justo delante de) las alas reduce significativamente las probabilidades de sobrevivir. Irónico si se tiene en cuenta lo que uno paga para poder sentarse allí.
El periodista e investigador Ben Sherwood refiere los análisis de los accidentes ocurridos entre 1983 y 2000 de la Junta Nacional de Seguridad en los Transportes estadounidense en su libro El club de los supervivientes:
La junta de seguridad juzgó que veintiséis de esos accidentes fueron los peores, ya que en ellos se produjeron incendios, lesiones o daños importantes. Excluyendo aquellos en los que nadie tuvo la menor oportunidad, el índice de supervivencia en los accidentes más “graves” fue del 76,6 %. Eso significa que hasta en los graves, más de las tres cuartas partes de los pasajeros consiguen salir vivos. (…) Una de las consecuencias más peligrosas que tiene el mito de la desesperación es que cuando la gente cree que no puede hacer nada por salvarse, se expone a un riesgo mucho mayor. Antes de volar, muchos toman unas cuantas copas en el bar. En cuanto suben el aparato, se quitan los zapatos, abren un libro, leen el periódico o encienden el iPod.
Finalmente, uno de los datos más importantes para sobrevivir en un vuelo aéreo consiste en prestar atención básicamente a 11 minutos de ese vuelvo. A los 3 primeros minutos de vuelo y a los 8 últimos. En el lenguaje de aviación, este concepto se conoce como Más tres/Menos ocho. El 80 % de todos los accidentes de avión tienen lugar en estos 11 minutos.
Al final resultará que Lost no era tan inverosímil como parecía.
Hasta hace muy poco, además, se creía que era imposible que un avión de pasajeros pudiera aterrizar con éxito sobre el agua, porque el margen de error era casi inexistente. A nivel técnico, aterrizar requiere nervios de acero; y además, si el combustible no se ha agotado, debe verterse, porque el peso del mismo hundiría el avión en el agua.
Sin embargo, a pesar de todos esos obstáculos, es algo posible. Como mínimo, 6 aviones de pasajeros han logrado amerizar con éxito, uno de ellos en la costa de Sicilia en 2005. John Lloyd habla del ejemplo más reciente en El nuevo pequeño gran libro de la ignorancia:
El ejemplo más reciente y espectacular ocurrió en enero de 2009, cuando un Airbus A380, el vuelo 1549 de US Airways, aterrizó en el río Hudson, en Nueva York. Poco después del despegue, el avión chocó con una bandada de ocas, y el capitán, Chesley "Sully" Sullenberger III, tuvo que hacer un aterrizaje forzoso sobre el agua. Lo hizo perfectamente y salvó la vida a las 155 personas que iban a bordo.
Foto | Wikipedia Diario del viajero | ¿Cuáles son los asientos más seguros en un avión? | La Unión Europea planea una lista negra global de aerolíneas