Bueno, tal vez el avión no podría volar si estuviera hecho de ese material. Y, en caso de accidente, el hecho de que el fuselaje fuera tan rígido probablemente frenaría tan en seco el avión que, en caso de aterrizaje de emergencia, los pasajeros se convertirían en pulpa.
El material del que están hecho los aviones es el más adecuado, porque si bien acaban prácticamente destrozados tras el accidente, la mayor parte de las veces la gente sobrevive tras estrellarse en un avión comercial. En muchos caso incluso sobrevive todo el pasaje.
La caja de color llamativo
¿Por qué, entonces, se llama caja negra? La razón es bien simple: una caja negra sirve para registrar todo lo que ocurre en un avión, y así tal vez investigar los motivos que han desencadenado el desastre. Es decir, que la caja negra es un receptáculo en el que entra información, pero generalmente no sale (a no ser que se produzca el accidente, y deba entonces revisarse su contenido). Ese concepto se usa a menudo en diversas disciplinas científicas, y define que sabemos que pasan cosas, pero no sabemos con detalle la razón de esos hechos.
Un ejemplo paradigmático de caja negra se usa en psicología para definir el cerebro humano: allí llegan impulsos nerviosos, y salen pensamientos, pero ignoramos cómo se produce exactamente este proceso de conversión.
El detalle de cómo se transforman impulsos en pensamientos sucede dentro de una caja opaca, negra, cuyo interior ignoramos desde fuera: la única forma de averiguar la verdad pasa por abrir la caja (en el caso del cerebro, todavía no se ha conseguido, porque no basta con abrir un cráneo para saber lo que sucede en un cerebro).
La información que alberga una caja negra de un avión es igual de inaccesible. Hasta que no queda más remedio.
Las cajas negras son tan importantes que, incluso, se llevan por duplicado, por si una falla o se estropea tras el accidente. De hecho, revisar el interior de las cajas negras ha servido para reducir drásticamente el número de accidentes que se producían en las aerolíneas asiáticas.
Al parecer, el modo en que los asiáticos se relacionan entre sí, sobre todo cuando la relación se establece entre un superior y un subalterno, es extrañamente tímida, es decir, con un discurso que los psicólogos definen como mitigado. Así pues, en muchas ocasiones, un capitán creía que estaba haciendo lo correcto, y el copiloto, aunque viera que eso no era así, no se atrevía a desafiar con contundencia la autoridad del capitán. Ni tampoco se atrevían a hacerlo los controladores aéreos.
Gracias a la investigación de los diálogos de radio entre todos los implicados en los accidentes, descubrieron que algo fallaba en la manera de relacionarse entre sí. Se impartieron clases para evitar este discurso mitigado, imitando a, por ejemplo, el modo de relacionarse que tienen los norteamericanos en el ámbito aeroportuario, y finalmente el índice de accidentes se redujo hasta alcanzar los niveles estándar.
Ahora, volar en una aerolínea asiática es tan seguro como hacerlo en una estadounidense o europea, gracias al secreto desvelado por esas pequeñas cajas negras que en realidad son de colores fosforito.
Podéis leer más detalles de cómo se combatió el discurso mitigado de los asiáticos aquí.
Fotos | Wikipedia En Diario del Viajero | Algunas cosas que no sabías sobre tu último viaje en avión: cómo vuelas, por qué no hace frío, riesgo de morir...