Sorprendentemente un guarda forestal en el norte de Cornwall, Inglaterra, encontró la botella y la abrió. El escrito se había dañado ostensiblemente pero el hombre, tras investigar un poquito, pudo entender que se trataba del mensaje de una chica de Carolina del Norte. Durante un año la botella había cruzado el Atlántico por entero.
Consiguió, el guarda, contactar con la chica cuando esta ya casi había olvidado aquel mágico y remoto día en que lanzó un mensaje al mundo en busca de alguien que la escuchara, de alguna respuesta, quien sabe.