Probablemente ya os suene “Persépolis”, una gran película que narra la conmovedora historia de una niña iraní desde la revolución islámica hasta nuestros días. Fundada en el 512 a.C. por Dario I, la “Ciudad de Persia”, significado de Persépolis, fue una de las ciudades más prominentes del Imperio Aqueménida y, por ende, del mundo antiguo. Hasta que Alejandro Magno la redujo a escombros y madera quemada en el año 330 a.C., golpe del que nunca se recuperó por completo.
Patrimonio Mundial UNESCO, lo que ahora son las ruinas de Persépolis formaban parte del imperio más extenso que el mundo había visto hasta la época. Era, además, su lugar más fastuoso, creado para impresionar e intimidar a partes iguales. El imperio Aqueménida estaba basado en lo que hoy en día es Irán, gran protagonista de los comienzos de nuestra Historia, y por la que han pasado los mayores conquistadores de la antigüedad.
Impresionantes son los relieves cincelados en la roca, que evocan las escenas de esplendor acaecidas entre los muros de aquellos palacios, con cientos de personajes de diferentes naciones rindiendo pleitesía al rey, ofreciéndoles regalos de todo tipo, portando animales, flanqueados por soldados. Los relieves que muestran a la nobleza Persa, la Guardia Imperial y a los famosos Inmortales que todos vimos en la película “300”, están sorprendentemente bien conservados, y es uno de los monumentos históricos más importantes de Irán.
La Puerta de Todas las Naciones, justo tras subir las colosales escaleras que dan entrada a la ciudad antigua, es uno de los lugares más simbólicos del país, y yo, personalmente, me vi cautivado por su impresionante belleza y la indescriptible sensación de pasar bajo un monumento erigido hace milenios, imaginando los reyes que habrían desfilado por allí, como el Gran Alejandro, con sus ejércitos, pertenecientes a reinos ya extinguidos.
Monumentales palacios de piedra, esculturas, columnas, pórticos, tumbas y mucho más. El coste de la entrada supone 150.000 riales, cinco dólares. Los horarios de apertura son de 8am a 5pm de Noviembre a Marzo y de 8am a 7pm el resto del año. Es mejor acudir temprano, sobre todo si te gusta la fotografía, pues es el momento del día donde el sol ilumina mejor los grabados en la piedra. El anochecer, no obstante, tiene su encanto sobre todo desde lo alto, en alguna de las dos tumbas encaramadas en lo alto de la colina adyacente: la de Artaxerxes II o la de Artaxerxes III. En todo el lugar abundan los carteles con información histórica en inglés.
Situada a unos 70 km de la ciudad de Shiraz, es posible visitarla por libre sin grandes complicaciones. Si no te importa viajar en grupo, en cualquier hotel de Shiraz encontrarás tours organizados por unos 30 o 35 dólares a Persépolis. Otras opciones alrededor de Persépolis son Pasargadae y las tumbas de Naqsh-e Rostam and Naqsh-e Rajab. Estas últimas están a seis kilómetros de Persépolis, y su visita está incluida en la mayoría de los tours. Para visitar las tumbas por libre, puedes caminar la distancia (solo en invierno), o pagar un taxi desde Persépolis, ida y vuelta, por unos diez dólares.
Pasargadae es un sucedáneo de Persépolis, aunque peor conservado, y tengo mis dudas de que merezca el sobrecoste en transporte, tiempo y entradas. Si finalmente decides ir, existe la opción de contratar un taxi para que te transporte durante todo el día, por unos 80 dólares, llevándote a los tres sitios de interés. Si vas con más gente, será rentable. Si estás solo: ve por libre y tómate más tiempo para disfrutar de Persépolis, con calma: porque quien mucho abarca...
Si prefieres guisártelo tú mismo, compartir vehículo en los llamados “savari” (coche compartido a modo de taxi) te costará unos tres dólares. Búscalos en la estación de autobús de Karandish, Shiraz. Si no hay savaris disponibles para Persépolis, súbete a uno que se dirija a Marvdasht, desde donde puedes subirte a otro savari hasta Persépolis o sencillamente hacer auto-stop, son cinco minutos.
La opción más valiente es, si vienes en autobús desde Yazd o Isfahan en dirección Shiraz, pedirle al conductor que te apee en la salida de la autovía que lleva a Persépolis. Si es de día, claro. Son unos ocho kilómetros, y haciendo auto-stop preguntando por Persépolis, no tardarás nada en encontrar quien te lleve al sitio. ¡Yo solo tuve que esperar un minuto!
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Fotos | Juan Alberto En Blog de Cine | 'Persépolis', cine con integridad En Diario del Viajero | El Jardín del paraíso en Irán