Este camino también conduce a Tiburón, una especie de Sausalito más pequeño y menos transitado, pero nuestro objetivo era Sausalito por varios motivos. Uno de ellos, gastronómico, of course. Pero eso viene más tarde, por mucho que me ruja el estómago ahora. Centrémonos, pues.
Cuando atraviesas el Golden Gate te acuerdas de las primeras escenas de Vértigo, de Hitchcock, y también de la canción de Otis Redding “Sitting on the Dock of the Bay”. Enseguida llegas a Sausalito. De hecho, desde Sausalito tienes una vista impresionante de la Bahía, recortándose San Francisco en el horizonte. La ciudad está muy cerca, pero Sausalito es un remanso de paz. Sí, hay mucha gente, pero solo existe una calle principal por la que transitan los coches (y la mayoría de los turistas).
Pasear por Sausalito te obliga a tener la mano cerca del bolsillo donde guardas la cámara de fotos, como un cowboy a punto de disparar, porque todo aquí es fotogénico: embarcaderos de madera con bonitos barcos amarrados, casas de ensueño que conservan un aire añejo y decenas de tiendas de cosas rarísimas. De hecho, muchas de las cosas más raras que compré en este viaje las adquirí en este lugar. Por ejemplo: una figurita de la reina de Inglaterra que saluda con la mano gracias a una célula fotoeléctrica.
A Sausalito, pues, hay que ir con el ánimo consumista a tope y con muchas ganas de curiosear en tiendas. Las mejores casas está siempre de cara a la bahía (los sanfranciscanos son muy puntillosos a la hora de distinguir la bahía del Pacífico). Todo muy idílico. Eso sí, preparaos para toparos con un buen puñado de locales magufos, como un hospital para animales tratados con homeopatía, un centro de aromaterapia y diversas consultas de psíquicos.
Pero vamos a lo que interesa de verdad. Comida.
El establecimiento se vanagloria de estar sirviendo el mejor desayuno de Sausalito desde 1966. Y es completamente cierto, al menos a lo que a mí me concierne. Allí pudimos degustar una enorme ensalada, la Salad Athenian, con limón y cilantro. Una hamburguesa también de proporciones colosales. Y lo mejor: eggs Benedict. Deliciosos. Casi como nubes. Éstos en particular tenían pavo y aguacate. Acompañado, además, de potato hash. Si nunca habéis probado los eggs Benedict, os recomiendo Fred´s como sacrosanto lugar donde perder la virginidad al respecto.
En Diario del Viajero | Instantáneas de California Fotos | Sergio Parra