Si viajas a Perú, antes o después probarás la Inca Kola: el refresco del que todo el mundo habla, y que junto con el ceviche se ha convertido en uno de los grandes estandartes gastronómicos del país.
Lo primero que llama la atención de la Inca Kola es su color amarillo oscuro, a simple vista poco apetecible (al menos, en mi opinión). Es una bebida gaseosa, pero poco carbonatada si la comparamos con otros refrescos similares, lo que hace que uno no termine de fiarse de lo que está a punto de llevarse a la boca.
Cuando lo pruebas, su sabor no deja indiferente: cítrico y muy dulce, lo que viene muy bien para contrarrestar los efectos del picante de las comidas. Se trata de un sabor bastante especial y que tiene que gustarte, pero quedas advertido: si es ese tu caso… ¡ya no querrás beber otra cosa!
La Inca Kola data de 1935, y sus ventas superan con creces las de otra marca mucho más conocida a nivel internacional, como es la Coca-Cola. Es el único país donde se produce este fenómeno, junto con Escocia, donde el refresco Irn-Bru tampoco ha sido desbancado por la gran multinacional.
En el caso de Perú, hace algunos años Coca-Cola compró casi la mitad de las acciones de su más fuerte competencia a nivel local, adquiriendo de este modo el derecho a producir la bebida fuera del país. De este modo, cuando viajemos a otros países latinoamericanos, e incluso a Estados Unidos, si buscamos bien podremos encontrar Inca Kola para calmar nuestra sed.
A mi, como digo, al principio no me pareció muy apetecible, pero tengo que reconocer que a la segunda o tercera botella, la Inca Kola tiene algo que engancha, y al final la pedía siempre, ¡sobre todo porque sabía que una vez en España no la bebería más!
Imagen | Remy Sharp en Flickr
En Diario del Viajero | Turismo activo en Perú, El Monasterio de Santa Catalina, en Arequipa