Para llegar hasta él primero tendréis que recorrer las calles de Nueva York, cerca de Tompins Square Park, entre los edificios de piedra rojiza y las tiendas de moda retro de Saint Mark´s Place. 113 St. Marks Pl. Allí hay un pequeño restaurante, más bien un puesto de perritos calientes, que tiene un gran letrero en la fachada con forma de salchicha en la que se lee escrito con mostaza: “cómeme”. Se llama Crif Dogs.
Pero lo verdaderamente importante de este local, que en realidad es una puerta de acceso a otro mundo oculto, es la cabina telefónica de madera situada en un rincón. La típica cabina donde uno esperaría ver a Clark Kent transformándose en Supermán.
En la cabina hay un antiguo teléfono de disco, con agujeros para marcar los números. Si marcas el número 2 y giras, mientras mantienes el auricular pegado al oído, una voz preguntará: ¿”Tiene usted reserva?” Y si la tienes o hay sitio, entonces el fondo de la cabina se abre como si fuera una puerta secreta, y accedes a un bar clandestino llamado Please Don´t Tell.
Este bar no está anunciando en ningún sitio. La única forma de descubrirlo y entrar en él es mediante el teléfono de la cabina telefónica. Please Don´t Tell se inauguró en 2007 y solo acepta reservas para el mimo día, pues la cola empieza a las tres en punto de la tarde. Las plazas son por orden de llegada.
Hoy en día, los bares clandestinos como éste han florecido en muchas grandes ciudades del mundo, demostrando que la ausencia de publicidad también puede originar una poderosa campaña de marketing debido a la exclusividad que transmite el lugar. Pero el Please Don´t Tell fue uno de los primeros.
La idea nació en 1999 de la mano de Brian Shebairo y su amigo de la infancia Chris Antista, que se introdujeron en el negocio de los perritos calientes teniendo que competir con más de setenta locales donde tomar una copa en un radio de cuatro manzanas. Entonces Brian tuvo una idea, tal y como lo explica Jonah Berger en su libro Contagioso:
Cuando Brian era pequeño, su tío trabajaba de carpintero. Aparte de ayudar a construir casas y hacer las cosas que hacen habitualmente los carpinteros, el tío construyó una habitación en el sótano que tenía puertas secretas. Tampoco es que las puertas estuvieran demasiado ocultas, se trataba simplemente de madera disimulada entre más madera, pero si empujabas en el lugar adecuado, podías acceder a un almacén escondido. No había ninguna guarida ni ningún botín oculto, pero de todas formas era guau.
Imágenes | Night Out