Esta empresa llamada Short Éditions puso en marcha a modo de prueba en la oficina de turismo de la estación de Grenoble, en Francia, una singular máquina expendedora que no expedía refrescos u otro objetos típicos, sino que ispensan de forma gratuita pequeños cuentos y relatos breves a los viajeros, para hacer su espera un poco menos aburrida.
Los cuentos solo tienen un folio de extensión, y aparecen con solo apretar un botón. Y el éxito ha sido tan apabullante que estas máquinas expendedoras de cuentos ya se han instalado por toda Francia: desde estaciones de tren hasta cafeterías o museos.
El nombre de estas máquinas expendedoras es Distributeur d’historias courtes, más informativo y elocuente, imposible, y ofrecen cuentos cortos de toda clase de géneros, incluso el infantil o la ciencia ficción. Para todos los gustos. Disponen de tres botones numerados (uno, tres y cinco) que indican el número de minutos que se tardará en leer la historia. Más de 5.000 autores disponibles y sin límite de consumición. El texto resultante, por lo demás, es elegido de forma completamente aleatoria, sin tener en cuenta las preferencias del usuario.
Una iniciativa cuyo éxito resulta sorprendente habida cuenta de que ya todos tenemos libros electrónicos o smartphones encima. Quizá tiene cierta aureola romántica escuchar cómo se imprime la historia y sostenerla en un papel, entre los dedos. Algo, sin duda, muy vintage, como los discos de vinilo, que incluso ya ha excedido las fronteras francesas: en San Francisco ya se ha abierto una, concretamente en la cafetería Café Zoetrope, propiedad del cineasta Francis Ford Coppola.
Aquí tenéis un mapa para localizar todas estas máquinas de vending literarias:
Vía | Traveler