En la región de la Emilia-Romaña, al norte de Italia, Bolonia nos espera con sus pórticos infinitos y un casco histórico repleto de rincones y monumentos encantadores. El perfil de la ciudad ha cambiado mucho en los últimos siglos y aunque hoy podemos ver unas cuantas torres destacadas, si retrocediéramos a la Edad Media esas construcciones se multiplicarían.
Hoy nos subimos a una de esas torres que perviven en la actualidad, a Torre Asinelli de Bolonia, 498 escalones que merece la pena recorrer para obtener las mejores vistas de la ciudad.
Las primeras torres se construyeron con anterioridad al siglo XI, siendo entre este siglo y el XIII el periodo en el que más torres se erigieron: los expertos apuntan un número de entre 80 y 100.
No se sabe muy bien la función que tenían ese centenar de torres que surcaban Bolonia en la Edad Media. Probablemente se tratara de una muestra de poder de las familias más destacadas, junto a una función defensiva y de ataque si era necesario. Pero ese perfil de rascacielos en el medievo debía impresionar a cualquiera que se acercara a la ciudad. Cuanto más alta era la torre, más poder tenía la familia.
Y aunque la de Pisa destaca sobre el resto de torres en el mundo como torre inclinada, también la pareja de torres que nos esperan en el centro de Bolonia se hallan entre las torres más inclinadas del mundo.
La Torre Asinelli a la que nos asomamos tiene una inclinación de 1'3 metros, pero su "hermana pequeña", la Torre Garisenda, reta a la de Pisa en inclinación: nada menos que 3'2 metros respecto a la vertical. Por ello no se puede acceder a ella, aunque el reto está en subir a la torre más alta, la que nos depara una vista de pájaro sobre Bolonia.
Y es que, frente a los 48 metros de la Torre Garisenda (era más alta en la antigüedad, pero se recortó en el siglo XIV debido a que el terreno cedía), la Asinelli tiene una altura de 97'6 metros. La torre Garisenda ha atraído la atención de clásicos universales como Dante, que la cita tanto en la Divina Comedia, como en sus Rimas.
La base de la torre se puede ver reforzada, pero no da la impresión de inseguridad, pues muchos boloñeses se dan cita en este punto y descansan en los grandes ladrillos que hacen de "faja".
Los nombres de Asinelli y Garisenda, según la tradición, provienen de las familias a las que se les atribuyó la construcción de las mismas.
Por su parte, en el momento de su construcción la Torre Asinelli no superaba los 60 metros, siendo ampliada posteriormente. En el siglo XIV pasó a ser propiedad de la ciudad, y se destinó entre otros usos a fortaleza y prisión. Ya en el siglo XX la torre sirvió para colocar un repetidor de televisión o como punto de observación durante la Segunda Guerra Mundial.
Subir a la Torre Asinelli
Hoy, podemos subir a la Torre Asinelli previo pago de tres euros que bien merecen la pena. Es uno de los mayores atractivos de la ciudad y la recompensa está en lo alto. Unas escaleras estrechas, de madera pero bien aseguradas, con barandilla en la pared, algunos peldaños muy estrechos (a veces mejor bajar de espaldas) nos esperan en su interior.
Al llegar a la base vemos que la puerta está abierta y empezamos a subir hasta que en un huequecillo está el encargado de comprar tickets (a partir de los cinco años pagan todos). La subida no se hace interminable, si nos la tomamos con calma. Hay rellanos en los que pararse a recuperar el aliento y en prácticamente todos los tramos entra un poco de luz por las pequeñas ventanillas que surcan la torre.
No obstante, en algún punto había bastante oscuridad y gracias a otro visitante que nos iluminó con el teléfono móvil pudimos subir sin problema. De todas formas, creo que era cuestión de acostumbrarse a la oscuridad. Lo que quiero decir, es que, entre la estrechez, la oscuridad y el evidente esfuerzo, puede no ser apto para todos los públicos.
Pero, por otro lado, la dificultad es apta incluso para niños pequeños, yo subí con mis hijas de cuatro y seis años sin problema.
Al llegar a lo alto la luz de un sol potente nos ciega, pero creo que es mejor para ir acostumbrándonos poco a poco ante lo que se presenta a nuestros ojos: un espectáculo urbanístico, el plano de la ciudad a nuestros pies, cúpulas, plazas, torres, colinas... todo cobra sentido. Lo único que no pudimos ver, por estar tan cerquita, es la torre hermana, la Garisenda.
De modo que no tienes excusa, espero que las vistas impresionantes que se obtienen desde lo alto te animen a subir a la Torre Asinelli en Bolonia. Los días claros, se puede ver el Adriático y se distinguen localidades cercanas como Módena y Ferrara, así como todos los puntos destacados de Bolonia.
Fotos | Eva Paris
En Diario del viajero | Bolonia, ciudad de pórticos infinitos, Cómo llegar del aeropuerto de Bolonia al centro de la ciudad