Debéis viajar para comprobar que algo existe de verdad: la montaña irreal que estuvo 100 años en los mapas

Debéis viajar para comprobar que algo existe de verdad: la montaña irreal que estuvo 100 años en los mapas
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Una de las razones que deben propulsar nuestros viajes, entre tantas otras, es la mera consignación de que lo que nos contaron es real. A veces, para demostrarnos que lo contado era exagerado (cuántas veces hemos descubierto que tal o cual lugar no era para tanto); otras veces para descubrir rincones de los que nadie habló. También para desmontar mitos o estereotipos (¿de verdad alguien que ha viajado al sur de Alemania puede afirmar que los alemanes son cuadriculados?).

Y en ocasiones, también, para descubrir sencillamente que lo que nos dijeron no está allí realmente. Que la gente repetía como loros porque nadie viajaba allí a comprobarlo.

Mapas que dicen mentiras

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De hecho, hay viajeros que se dedican a visitar lugares que en los mapas sí figuran, pero en el mundo real no existen. No se trata de errores de los mapas, al menos no son errores deliberados, sino pequeños gazapos que las editoriales que publican mapas introducen a fin de demostrar que otra editorial les ha copiado literalmente el contenido, incluyendo el gazapo, frente a un tribunal. Se llaman Trap Streets (calles trampa).

Los errores son mínimos, lo suficientemente pequeños como para no molestar a los usuarios. Un callejón que no existe, por ejemplo. O introduciendo unas curvas en una calle que no existen en la realidad. O dibujando un carril estrecho para una calle que en realidad es importante. O alterando algún nombre de la calle.

Si queréis visitar alguna calle trampa en España, el caso más célebre está en La Rioja. Tanto en Google Earth como en Google Maps, en el término municipal de Alfaro, aparece una población llamada Eixt. Sin embargo, que no se os ocurra acercaros hasta allí. En realidad, Eixt no existe (irónicamente su nombre casi puede leerse como «Existe»).

En Alemania también podéis encontrar muchas calles trampa. Sólo en Zeuthen, se reflejan cuatro calles que en realidad no existen (Wiesenstrasse, Adolph-Menzel-Ring, Otto-Nagel-Allee, Max-Liebermann-Strasse y Otto-Dix-Ring). Estas calles aparecen dibujadas en el interior de un bosque. Las calles reales, sin embargo, están más al norte.

Pero esto son minucias. Si realmente queréis ver (o no ver) algo grande deberéis ir a África. Imaginad toda una cordillera montañosa de mentira.

Las lengendarias montañas Kong

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En 1798, el cartógrafo inglés James Rennell inventó una cordillera entera de montañas que se extendía nada menos que miles de kilómetros en África occidental, de oeste a este desde la actual Nigeria hasta Sierra Leona. Una barrera que tiró para atrás a muchos exploradores europeos de la época. Las bautizó montañas Kong.

Lo más curioso es que tales montañas imaginarias se creyeron reales durante más de cien años. Hasta que un aventurero francés llamado Louis-Gustave Binger decidió ir a visitarlas por sí mismo. ¿Cómo es posible que el engaño durara tanto tiempo? En primer lugar, porque la gente viajaba poco… ahí reside la magia de viajar, en parte. Y, en segundo lugar, a causa de la falacia de autoridad: Rennell fue uno de los fundadores de la mítica Royal Geographical Society, de la que ya os hablé en otra ocasión en Conoce los secretos del mayor santuario de aventureros y viajeros de la historia (cuyo presidente es un famoso humorista). Abunda en ello Simon Garfield en su libro En el mapa:

Los especialistas estadounidenses Thomas Bassett y Philip Porter han identificado cuarenta mapas que muestran las montañas de Kong en distintas fases de desarrollo desde 1798 hasta 1892, llegando a formar una cordillera del tamaño de un estado pequeño africano. Ante la falta de testimonios que desmintieran su existencia, los cartógrafos se fueron copiando unos a otros, eso está claro. Pero el hecho de que algunas de las representaciones más convincentes de las montañas Kong aparecieran en los mapas muchos años después de que los hermanos Lander confirmaran que el Níger desembocaba en el golfo de Guinea ponía en entredicho la teoría de que habíamos entrado en una nueva era científica.

Hoy en día, los mapas son un poco más fiables, aunque todavía contienen imprecisiones (deliberadas o no), e incluso errores de bulto, como el reciente descubrimiento de que una isla del Pacífico Sur llamada Sandy no existe a pesar de que igura en mapas de hasta el año 2000.

Leer libros de viajes está bien para conocer la idiosincrasia de un lugar a través de los ojos de un viajero particular. Las guías de viajes son meras consignaciones de sitios célebres porque un grupo suficiente de gente ha decidido que sea así. Viajar por un mismo, con la mirada lo más clara y escrutadora posible, permite anular un poco, aunque solo sea un poco, todas las dioptrías propiciadas por lo anteriormente enumerado.

Viajad por vosotros mismos siempre. Viajad. Vuestra experiencia sensible vale más que lo referido por mil mapas, mil libros y mil habladurías. Viajad para derribar miedos y manías. Viajad por todo eso, y porque resulta tremendamente divertido.

Foto | Wikipedia | Wikipedia

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