La Florida es un estado reciente de la Unión. Dejó de ser española en 1821, cuando se la vendimos a los norteamericanos, pero aún tardaría unos años en ser estado de pleno derecho. Sin embargo tan reciente incorporación al nuevo país, la impronta estadounidense es plena. Aunque lo que signifique “impronta estadounidense” es un concepto aún por definir. Este inmenso país que recorro de costa a costa por carretera, teniendo por tanto privilegiadas vistas a su esencia, me parece un algo socialmente amorfo y en constante evolución hacia ninguna parte. Quiero decir que lo único plenamente reconocible como identidad en USA es un modelo de consumo completamente estandarizado e implantado en todo el país, pero como sociedad, no ha acabado de decantarse el modelo de una generación cuando la siguiente lo ha transformado por completo.
La idiosincrasia norteamericana no la ha creado la literatura, la Historia o la educación, la ha creado el cine. Las películas de Hollywood. Pero las películas fundacionales se hicieron en un momento determinado en el que el poder social hegemónico era WASP (White anglosaxon protestant), o sea, blanco, anglosajón y protestante, y ese fue el modelo exportado y sacralizado a través de actores de pelo rubio y ojos azules. Esa fue la imagen de Norteamérica consagrada y los pioneros del Myflower los verdaderos padres de la patria con su día de acción de gracias y su pavo cebado. Sin embargo, la sociedad que observo kilómetro tras kilómetro es completamente diferente. Los anglosajones han dejado de ser hegemónicos. Nuevas y sucesivas hornadas de inmigrantes los han diluido y el color pálido se va oscureciendo de forma notoria. El cine en blanco y negro se ha quedado viejo de golpe para retratar una sociedad que ha desaparecido.
Y eso se percibe también en el relato histórico. A punto de abandonar la Florida rumbo al oeste, me detengo en Pensacola, una gran ciudad asomada a una cerrada bahía. La población ofrece un atractivo aspecto vacacional y europeo. Las calles son de edificios de dos plantas y las avenidas están arboladas. Hay maravillosas mansiones asomadas al Golfo de México y un imponente cartel a la entrada del Downtown que nos informa con orgullo de que Pensacola es el asentamiento más antiguo de los Estados Unidos, fundado en fecha tan antigua como 1559. Esto evidentemente no lo hicieron los puritanos del Myflower, desembarcados casi sesenta años después. Esto se debe a otros pioneros. Pioneros españoles y a un personaje maltratado por la Historia, completamente olvidado en su país, pero que ha sabido encontrar un hueco en la de esta nueva gran nación que está forjando una nueva identidad casi cada día.
No sé si pronto don Tristán de Luna tendrá una película de Hollywood que cuente su epopeya con la técnica de efectos especiales de La Tormenta Perfecta, pero en este modesto vídeo que hice en Pensacola podrás conocer los detalles de su frustrado empeño de fundar la primera ciudad de Norteamérica.